Opinión | Tuercebotas
Video arbitraje: poca justicia, demasiado caos
El público se frustra, los partidos se alargan, y las decisiones siguen siendo debatibles
Treinta y cinco minutos. El último cuarto del partido de la Euroliga entre el Mónaco y el Barça duró más de media hora. Doce de estos minutos se dedicaron a revisiones de vídeo por parte de los árbitros con el 'instant replay'. La duración total del partido fue de dos horas y tres minutos. El público del Palau se lo tomó a choteo, pero en estos tiempos de gratificaciones instantáneas y entretenimientos que se miden en pocos minutos, o segundos, lo sucedido no es broma.
No lo es porque no es la primera vez que ocurre. La introducción del 'instant replay' en el baloncesto ya ha causado otros partidos maratonianos en un deporte que se juega a reloj parado. Es otro caso, tras el VAR en el fútbol, en el que el uso del vídeo y las nuevas tecnologías en el deporte desvirtúan y complican un juego que durante décadas fue comprensible con un puñado de reglas que todo el mundo conocía.
La final de 1996
La final de la Liga Europea de 1996 es conocida como la del tapón de Vrankovic. El Barça perdió contra el Panathinaikos (67-66) tras un tapón ilegal de Stojan Vrankovic a José Antonio Montero. El vídeo demostró que aquel tapón fue ilegal. A priori, impartir mejor justicia en casos como este es un motivo para estar a favor de la introducción del vídeo en el arbitraje. Yo lo estaba, al menos. Pero ahora no estoy tan seguro.
El arbitraje en el deporte es un trabajo muy difícil. Más allá de las teorías conspirativas que hablan de partidos y competiciones amañadas, los árbitros deben conocer el reglamento, aplicarlo bajo situaciones de estrés y cansancio, gestionar a los deportistas con las pulsaciones a mil y soportar la presión del público. No es nada sencillo. La historia del deporte está repleta de partidos decididos por errores arbitrales. Es frustrante para los deportistas, e indignante para los aficionados y seguidores, pero forma parte del deporte.
Y es así porque el error y el azar son parte consustancial de la práctica deportiva. Los futbolistas yerran pases y goles, los baloncestistas marran lanzamientos, los velocistas empiezan a correr milésimas de segundos antes de que el juez decrete la salida, los motociclistas se caen de la moto y se salen de la pista. Las Copas de Europa se pierden por lanzamientos al poste, las finales de la NBA se escapan por un lanzamiento del rival desde ocho metros apoyado en un solo pie, un oro olímpico desaparece de un cuello por la yema de un dedo al rozar la pared. El deporte de alta competición se puede llegar a decidir por detalles, y el arbitraje es uno de los pormenores más influyentes. Los árbitros también se equivocan.
Cada año, empezar de nuevo
Por supuesto, en el deporte profesional lo más importante es ganar. Pero después de cada partido viene otro, y tras cada torneo se disputa otro. Fue muy frustrante para el Barça perder la final de 1996 por ese tapón de Vrankovic, pero cada año hay una nueva oportunidad. El deporte no tiene que ser justo; el deporte debe premiar al mejor en un momento determinado en unas condiciones concretas. ¿O fue justo para el Liverpool perder la final de la Champions de 2018 por dos errores garrafales de su portero, Karius? ¿O para Carolina Marín abandonar los JJOO de París tras lesionarse de gravedad en las semifinales? ¿Qué hacemos? ¿Repetimos el partido cada vez que se dé una circunstancia injusta? ¿Minimizamos el azar y la fatalidad porque son injustos?
Cambiar el juego
El videoarbitraje busca impartir justicia, o mejorar la forma en que se imparte justicia, y en nombre de ello está cambiando la fisonomía del juego. Se anulan goles por fueras de juego de milímetros que no ofrecen ninguna ventaja al delantero y se dedican minutos a analizar toma tras toma de vídeo para discernir a quién corresponde una posesión que, a la postre, no tendrá influencia sobre el juego.
En busca de una justicia absoluta que es imposible, se generan unos daños colaterales en la competición que empiezan a ser preocupantes. No se trata solo (que también) del despiste sobre las reglas o de la duración de los partidos, sino del hecho de que los aficionados, al ver que la nueva herramienta también falla, pierden la fe cuando lo que se les argumentó que iba a impartir justicia ciega e indiscutible acaba siendo, como todo, falible.
- Jutglà, operación retorno a LaLiga
- Masip: 'El Barça no iba a pagar 60 millones por Nico Williams si no podía inscribirlo
- El Nápoles, decidido a vender a Kvaratskhelia y su agente contacta con el Barça
- La cumbre de tres horas que cambió el destino del Barça
- Enzo Boyomo: ¿El negocio del siglo?
- Decisión importante con Lamine Yamal
- Aída Nízar asiste a los juzgados alarmada por su denuncia contra Errejón: 'A lo mejor encuentran mi cabeza en algún barranco
- Yo aconsejé a Laporta que Xavi no continuara