Opinión

En el Olympique de Marsella no existe la paciencia

De Zerbi, entrenador del Olympique de Marsella / EFE

En los varios inviernos que viví en París fui muchas veces al Parc des Princes a ver el PSG, lo hacía por amor al fútbol y sobre todo porque en el palco de los jugadores sirven la mejor comida de la ciudad. Siempre, o al menos en los últimos años, he tenido antipatía por el club parisino, un rechazo tozudo ante el anti fútbol Estado. Los motivos son obvios, creo yo. Fue en la capital donde gracias a mis dos grandes amigos Tristán y Max, que no entendían que fuese al estadio a ver los partidos, cuando empecé a seguir al OM, un equipo con valores más símiles a los del Barça que cualquier otro equipo francés y un equipo donde se valora más el juego que los dólares y el petróleo.

Con la llegada de Zubizarreta en la directiva esta admiración creció hasta tal punto de ver los partidos cada fin de semana y tener contacto directo con gente cercana al club. El sentimiento que extraje de esa experiencia fue tan contradictorio hasta el punto que decidí dejar de seguir al club marsellés por el bien de mi salud; el Olympique de Marsella tiene una de las mejores aficiones de Europa, pero al mismo tiempo una afición que daña de buenas a primeras, por culpa de una paciencia inexistente, cualquier proyecto a medio o largo plazo.

Son varios los entrenadores que han tenido que saltar del barco prematuramente de la ciudad Focea, por temor a que les pudiese ocurrir alguna cosa. Muchos de estos entrenadores con la capacidad suficiente para devolver al OM al lugar que merece; pero claro, Roma -ni Marsella- se construyeron en un día y si el ambiente que se respira al sufrir los primeros errores es de tensión y agresividad, ni el equipo técnico ni los jugadores podrán culminar nunca ninguna idea futbolística de éxito que, por supuesto, necesita de tiempo y fe. La fe tiene poco recorrido en Marsella.

A De Zerbi le está ocurriendo lo que a todos sus predecesores; que empieza a sentir la asfixia de unos seguidores ansiosos. El OM tiene equipo suficiente para competir por la Ligue 1, al menos para clasificarse de una vez por todas para la siguiente Champions League, pero si los marselleses vuelven a cargarse un entrenador a media temporada, volverán una vez más al punto de salida. De Zerbi tenía ofertas mucho más suculentas en lo económico, pero eligió el OM porque le pone entrenar un equipo con valores de los de verdad en cuanto a lo futbolístico e historia. Pero ahora está viviendo en sus carnes esa impaciencia y violencia que no debería existir en ningún estadio de fútbol, menos aún en un gran club, el más grande de Francia, como lo es el Olympique de Marsella.

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Los fans y seguidores del equipo deberían reflexionar y entender que, si la tranquilidad y la paciencia se imponen a la destrucción y la impaciencia, los resultados van a llegar. De Zerbi que empieza a anunciar su adiós, merece contar con todo el apoyo y confianza, porque no hay mejor entrenador que él para llevar al OM al lugar que se merece, a la cima del fútbol francés.