La primavera de Mourinho
La leyenda del técnico portugués empezó a tomar forma hace 20 años, cuando dejó encarrilados sus primeros títulos como entrenador
José Mourinho cayó de pie en el Oporto, donde ya había sido el ayudante de Bobby Robson. En dos cursos y medio levantó seis títulos / EFE
Feyenoord y Roma se medirán el próximo jueves en la ida de los cuartos de final de la Europa League. Será la reedición de la final de la pasada Conference League, que cayó del lado del conjunto italiano, es decir, del lado de José Mourinho. El técnico portugués completó, con aquel triunfo, un pleno inédito, el de las tres competiciones internacionales de clubes (posee dos Champions, dos Copas de la UEFA y una Conference), y demostró que, cuando llega la primavera, sus equipos florecen y optan, casi siempre, a los títulos. Hasta 26 lucen en las vitrinas del preparador nacido en Setúbal.
Pero todo tiene un comienzo. Y los primeros éxitos de Mourinho como entrenador llegaron hace exactamente 20 años. En su primera temporada completa a los mandos del Oporto, la 2002-03, ganó la Primeira Liga, conquistó la Taça de Portugal y superó al Celtic por 3-2 en una trepidante final de la Copa de la UEFA. Un triplete como carta de presentación. “Hoy es fácil decir que su impacto fue inmediato, pero probablemente estemos influenciados por el conocimiento que tenemos de lo que sucedió después”. Quien habla es Diogo Faria, miembro del departamento de comunicación de los ‘Dragões’, dando fe de que ni el más optimista habría pronosticado la transformación que viviría el Oporto tras la llegada, en enero de 2002, de José Mourinho. La apuesta, con el equipo sumido en una crisis de resultados, fue del presidente, el histórico Jorge Nuno Pinto da Costa, quien ya conocía al técnico de su etapa como ayudante de Robson. “Robson fue un entrenador muy importante en la historia del Oporto, pero la afición no reparó demasiado en la figura de su joven técnico adjunto. De hecho, muchos pensaban que era su traductor. Sólo los que seguían más de cerca al equipo ya se dieron cuenta de que Mourinho tenía una influencia relevante en el trabajo diario del equipo”, reconoce Faria. Además de hacer valer una excelente relación personal, el presidente del Oporto tuvo que acallar las voces que acusaban a Mourinho de cierta inestabilidad en los banquillos. No en vano, su debut como primer entrenador no había sido precisamente un camino de rosas. La primera experiencia en solitario se produjo en el Benfica, en la temporada 2000-01, después de declinar la invitación de Robson de formar parte del cuerpo técnico del Newcastle. Mou se sentía preparado para dar el gran salto y no dudó cuando el cuadro ‘encarnado ’le eligió para sustituir a Heynckes. “Mourinho era un desconocido. Se le presuponía una sólida formación y experiencia al lado de técnicos como Robson o Van Gaal, pero nadie soñaba con el nivel que acabaría alcanzando. En poco tiempo, estabilizó al equipo y goleó al Sporting, el vigente campeón”, recuerda Faria. Pero el Benfica, también en crisis, convocó elecciones y la llegada de un nuevo presidente alteró el ecosistema. Ni corto ni pereoso, Mourinho exigió a la nueva directiva un nuevo contrato; quería sentir su confianza. “Al no encontrarla, se marchó del club en diciembre. Y, de hecho, a punto estuvo de irse al Sporting...”, añade el periodista. El joven técnico demostraba carácter, pero se quedaba en el paro a media temporada.
Para el curso 2001-02, Mou fichó por el modesto União de Leiria, un escenario más acorde a su todavía vacío currículum. Para un club acostumbrado a luchar por la permanencia, aquello fue un subidón: el equipo terminó quinto tras la primera vuelta. Pero otra vez Mourinho abandonó un proyecto a medias. Esta vez, tras una oferta irrechazable. “Él y el Oporto firmaron un acuerdo secreto en diciembre, en un momento en el que el Benfica también quería recuperarlo. Pero los resultados del Oporto empeoraron y su llegada se avanzó”, admite Faria.
A la tercera fue la vencida. Porque la seguridad con la que se presentó en su nuevo club todavía colea en la ciudad del norte del país. “El año que viene seremos campeones nacionales”, dijo nada más llegar, un mensaje a medio camino entre la convicción y la arrogancia, el primero de muchos. Nacía la versión más mediática de Mourinho; también la más psicológica: cambió la mentalidad del grupo y generó una ola de entusiasmo que se contagió entre la afición. En la última jornada, el equipo se clasificó para la UEFA.
“El año que viene seremos campeones”, dijo Mourinho nada más aterrizar en Oporto
El primer triplete
Y así llegamos a la temporada 2002-03, la primera que Mourinho completó de principio a fin. Aunque el club ya tenía apalabrados a jugadores como Ferreira, Pedro Emanuel y Maniche, el nuevo técnico fue el encargado de liderar una profunda remodelación de la plantilla, apostando por el mercado nacional. Así las cosas, se trajo de su exequipo a Nuno Valente y Derlei, este último un delantero móvil, fuerte y muy completo. “Fue su fichaje más importante”, considera Faria. También reordenó jerarquías y pacificó el club con el regreso del histórico Jorge Costa, en conflicto con el anterior técnico, Octávio Machado. Le devolvió la capitanía y se ganó a la hinchada. En el campo aquel Oporto era un equipo muy fuerte tácticamente. Y aunque algún despistado pueda pensar lo contrario, no especulaba. “Mourinho valoraba la posesión de balón, presionaba alto y era muy ofensivo”, asegura Faria, que señala a Deco como “el jugador más decisivo” y a Jorge Costa y a Vitor Baía como “los líderes espirituales”. En aquel grupo también destacaban Ricardo Carvalho y Costinha. A excepción del ruso Alenichev, el conjunto estaba compuesto mayoritariamente por portugueses.
La trayectoria del Oporto en el campeonato doméstico no presentó sobresaltos. Tal y como había pronosticado su entrenador, el equipo, que arrancó el torneo con un empate en casa, pronto se postuló como el gran candidato al título. “La superioridad fue aplastante. Eso permitió gestionar y afrontar con tranquilidad las eliminatorias de la Copa de la UEFA”, recuerda Faria. Entre noviembre y marzo, el Oporto se deshizo del Lens, el Denizlispor y el Panathinaikos. En semis fue el turno de la Lazio. El partido de ida, disputado bajo una intensa lluvia en Das Antas –el antiguo estadio del Oporto; Do Dragão se inauguraría a finales de 2003–, fue uno de los mejores de la temporada. Terminó 4-1. “Para mí, es el mejor de la era Mourinho en el Oporto”, evoca Faria. “La Lazio marcó primero, pero la reacción del equipo fue fortísima, con una cantidad de oportunidades que podrían haberse traducido con siete u ocho goles. Fue una avalancha de fútbol ofensivo que no dio respiro al rival”, añade. El 24 de abril, un 0-0 en el Olímpico permitió a los ‘Dragões ’certificar el billete a la final de la UEFA. Poco después, el 4 de mayo, en casa y ante el Santa Clara, el equipo selló matemáticamente el título de liga (que terminaría con 86 puntos, un nuevo récord en la competición). Y entremedias también cayó el acceso a la final copera, tras batir al Naval en semifinales por 2-0. En el duelo decisivo, que se disputaría en junio, Mourinho completaría el triplete derrotando a su exequipo, el União de Leiria.
La primera gran primavera de Mourinho no fue flor de un día. Vendrían más. Con el propio Oporto, donde al año siguiente lograría liga y Champions, pero también con el Chelsea, el Inter, el Real Madrid o el Manchester United. Dos décadas después, los equipos de Mou siguen ‘alterándose ’cuando llega el mes de abril
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