La conquista del Oeste por parte de Estados Unidos estuvo llena de violencia de todo tipo. Los colonos que querían labrarse un futuro en mejores tierras tenían que enfrentarse a bandidos, cuatreros e indios, sin tener en cuenta las enfermedades existentes a finales del siglo XIX. Con el avance del hombre blanco hacia el Oeste, las tribus nativas ofrecieron una resistencia allí donde pudieron, pero el creciente poder industrial estadounidense inclinó la balanza.
Uno de los productos de este poder industrial fueron los fusiles de repetición Winchester. Esta arma de grueso calibre y funcionamiento por palanca era una máquina letal en manos bien entrenadas. Su cargador tubular con una capacidad que podía llegar a los 15 cartuchos superaba a las carabinas monotiro o de avancarga. Desde 1866 hasta 1895 hubo diferentes versiones que fueron mejorando nuevos aspectos.
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El ritmo de fabricación fue aumentando y con ello la presión sobre los pueblos indios. Ya en el siglo XX, Winchester incluso logró fabricar modelos semiautomáticos que funcionaban de manera aún más rápida. La conquista del Oeste fue sangrienta y el Winchester fue uno de los recursos más habituales en aquellas salvajes tierras.