Con un ‘total look’ negro firmado por Dolce & Gabanna, la timidez propia del que se sabe observado ante decenas de periodistas a pie de alfombra roja y la presión de los focos y las autoridades, Lamine Yamal recogió el Premio Proyección Masculino de la mano de la UFEC y SPORT. Muy cerca, la atleta Sofía Santacreu -versión femenina del galardón- comprendía a su compañero en este viaje desde sus diecisiete años y centenares de kilómetros a sus espaldas. Ambos comparten la responsabilidad y la exigencia que supone su talento. Que no es poco.
Lamine Yamal es arte y parte del FC Barcelona. Es ilusión y esperanza. Es uno de los jugadores cuya proyección ha destartalado, para bien, algunos planes. Es uno más, con mayúsculas, en el vestuario azulgrana y en el de la selección española. Es un chaval menor de edad que vive su realidad entre la inmadurez y una mente fría y equilibrada en el terreno de juego.
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“Es lo que he soñado desde pequeño”, reconoció emocionado desde el escenario. Pequeño sigue siendo. Único en su género, también. La combinación de ambos elementos da como resultado un Lamine Yamal con galones de profesional, ADN Barça y un ‘joie de vibre’ propio del chaval que es. “No lo pienso mucho”, respondió cuando le preguntaron qué supone vivir con 16 años en un vestuario plagado de estrellas. Lógico. Y hace bien. Vivir a caballo entre la realidad y los sueños hace que respire un aire menos contaminado. Sal y disfruta, Lamine Yamal.