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La FIFA se pone de perfil ante la vulneración de los derechos LGTBIQ+ en Catar y apoya su represión prohibiendo el brazalete #OneLove.

El Mundial de Catar 2022 quedará marcado para toda la vida como una de las manchas más negras de la historia de la FIFA

La FIFA se pone de perfil ante la vulneración de los derechos LGTBIQ+ en Catar y apoya su represión prohibiendo el brazalete #OneLove. / | Friedemann Vogel

El Mundial de Catar 2022 quedará marcado para toda la vida como una de las manchas más negras de la historia de la FIFA. No es la primera vez, ni puede que sea la última, que la Copa del Mundo se disputa en un país señalado por la vulneración flagrante y sistemática de los derechos humanos, con el máximo organismo del fútbol internacional colaborando en la represión de varios colectivos que intentan alzar la voz pero que son silenciados un día tras otro.

El Mundial de Argentina de 1978 se disputó en plena dictadura de Jorge Rafael Videla y bajo una sangrante aniquilación de la oposición política a pocos metros de la celebración de los partidos. También el Mundial de España, en 1982, fue designado en plena dictadura franquista –en 1964–, pese a disputarse 18 años más tarde. La Copa del Mundo también se instaló en Rusia pocos años después de la invasión y anexión de la república de Crimea, perteneciente a Ucrania. Pero el Mundial de Catar está en ojo del huracán desde su elección, en diciembre de 2010. La globalización y el libre acceso a la información han expuesto las carencias de un Estado que, según un informe de la misma FIFA, compró los votos que la convirtieron en sede mundialista. Desde ese momento, las miradas sobre el emirato han sido permanentes.

Catar nunca se ha defendido de las acusaciones de corrupción. Como tampoco lo ha hecho de las críticas por vulnerar algunos de los derechos fundamentales de las personas, ni siquiera las que han señalado durante años las condiciones de vida de unos trabajadores migrantes que han levantado el país con sus manos. Como ya han denunciado varias ONG, en Catar han muerto miles de trabajadores en la construcción de los estadios y las infraestructuras del Mundial, ya sea por accidentes consecuencia de la poca seguridad implantada como por golpes de calor al estar sometidos a temperaturas de más de 40 grados. Según el emirato, los fallecidos han sido apenas una treintena.

Pero el elemento que ha estado en boca de todos durante los primeros días del Mundial ha sido una pequeña pieza de ropa. Un complemento que ha pasado a ser protagonista por la poca cintura de una FIFA que ha vuelto a ponerse de perfil ante una reivindicación social no compartida por el organizador del torneo. El brazalete #OneLove que acordaron lucir diez selecciones para legitimar al colectivo LGTBIQ+ quedó prohibido un día después del arranque del torneo. Habiéndose jugado ya el Catar-Ecuador y a pocas horas del debut de Inglaterra y los Países Bajos –dos de las selecciones que iban a llevar el brazal–, la FIFA amenazó con sanciones a los capitanes que lucieran el emblema escogido para defender los derechos LGTBIQ+ vulnerados en Catar. “Es un daño en la mente”, llegó a decir el embajador del torneo, Khalid Salman, días antes del inicio de la competición y después de que las autoridades reiteraran que la homosexualidad está penada en el país. “Amenazar con sanciones a los jugadores que puedan llevar algún tipo de mensaje de apoyo a los derechos del colectivo LGTBIQ+ es un ejemplo de que la propia FIFA no está respetando sus valores y sus obligaciones”, expresa a Sport Dossier Carlos de las Heras, responsable de la sección de Deporte y Derechos Humanos de la organización Amnistía Internacional. A horas de la celebración del Mundial, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, tildó de hipócritas a los críticos con la elección de la sede mundialista y dijo sentirse “catarí, árabe, africano, gay, discapacitado y trabajador migrante”. Pese a eso, la misma FIFA prohibió el brazalete que tenía como objetivo apoyar al colectivo LGTBIQ+ ante la represión que vive en Catar. “Ese tipo de acciones son peligrosas porque pueden alentar otro tipo de mensajes más represivos con este colectivo”, manifiesta De las Heras.

 

  

La FIFA amenazó con sancionar a los futbolistas que lucieran la prenda reivindicativa 

 

 Una oportunidad perdida

Durante años, la FIFA ha tenido sobre la mesa la opción de cambiar las normas. Ha tenido en sus manos la oportunidad de mejorar las condiciones de este colectivo, de propugnar la libertad sexual y de luchar contra la opresión de la mujer. Pero en Catar nada ha cambiado desde que el organismo internacional del fútbol le adjudicara el Mundial. “Cuando alguien procura hacer algo desde la neutralidad lo que hace es posicionarse en favor del status quo, de la ideología o fuerza imperante”, afirma a Sport Dossier el vicerrector de la Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya y doctor en sociología del deporte Albert Juncà. “El deporte es un espejo, un reflejo y un referente para mucha gente de esta sociedad de manera directa e indirecta. Lo que pasa en el fútbol tiene trascendencia, impacto y vínculo con lo que la gente piensa o hace. La FIFA ha perdido una gran oportunidad para defender los derechos del colectivo LGTBIQ+, pero al mismo tiempo ha perdido la oportunidad de defender muchas otras cosas”, señala el académico.

 

Tras la prohibición de lucir el brazalete #OneLove –más bien tras la amenaza de recibir una amarilla durante el partido–, tres imágenes del Alemania-Japón dieron la vuelta al mundo. Y ninguna de ellas tuvo que ver con el sorprendente resultado del encuentro. La primera prendió todavía más la indignación de los defensores de la libertad de expresión y dejó a la FIFA al borde del ridículo: el árbitro asistente revisando el brazalete de capitán de Manuel Neuer, el portero de la selección alemana. La segunda fue igual de impactante: los once jugadores de la selección teutona tapándose la boca en la foto de grupo, al considerar que la FIFA silenció su reivindicación social. Y la tercera ocurrió en el palco del estadio Khalifa Internacional, con la ministra de Interior alemana, Nancy Faeser, luciendo el brazalete prohibido justo al lado del presidente Infantino. “Esto ha sucedido siempre. En muchísimos tipos de eventos deportivos, como Mundiales o Juegos Olímpicos, se ha intentado utilizar el deporte y a los deportistas para ocultar la situación de derechos humanos en un país en concreto”, recuerda De las Heras. Pero la respuesta social, deportiva y política ha cambiado. “Antes no hablaba prácticamente ningún deportista. Era muy extraño encontrar a alguno que se pronunciara a favor de los derechos humanos. Los futbolistas comprometidos eran una rara avis. En los últimos años, y sobre todo con los eventos que se llevan a cabo en los países árabes, hemos visto que los deportistas han empezado a alzar la voz. El mundo del fútbol se va abriendo a la realidad”, añade el portavoz de Amnistía. Los pilotos de Fórmula 1 Lewis Hamilton o Sebastian Vettel dejaron claro que los deportistas deben “crear conciencia, porque la igualdad de derechos humanos es un problema grave”. Del mismo modo, Louis Van Gaal o Tite, seleccionadores de Países Bajos y Brasil, respectivamente, se expresaron en favor de crear un fondo de indemnización para los trabajadores migrantes afectados por las condiciones laborales de Catar. Una propuesta con la que la FIFA, de nuevo, se ha puesto de perfil. “Las peticiones de igualdad, dignidad y diversidad no se pueden tratar como si fueran una especie de guerra cultural, sino que es una cuestión de derechos humanos universales y que incluso la propia FIFA, en sus estatutos, afirma defender y respetar”, concluye De las Heras.  

Catar 2022