Bukayo Saka tiene 21 años, juega en el Arsenal y esta temporada suma 13 goles y diez asistencias.
También es internacional por Inglaterra, con rol protagonista y una mancha en el currículum que pudo haber truncado su prometedora carrera: en la final de la Eurocopa 2020, disputada en Wembley, falló un penalti en la tanda, un error que provocó un reguero de amenazas e insultos racistas en redes sociales. El martes pasado fue el Día Internacional de la Eliminación de la Discriminación Racial y el exfutbolista Lilian Thuram daba en el clavo: “Los que insultan a un jugador negro pagarían por estar en los zapatos de ese jugador negro”. Así de triste y absurdo es el racismo en el fútbol. Saka no se arrodilla, sonríe. Mientras, el racista se muere de envidia.