Qatar: Capital París

El emirato consigue su final soñada, la que enfrentará a los dos ídolos del club en el que más ha invertido: el PSG

Incluso antes de que el balón empiece a rodar mañana en el estadio Lusail, la final del Mundial ya tiene un ganador: Qatar

El PSG, ganador en el Mundial de Qatar / Panenka

Adrià Soldevila

Incluso antes de que el balón empiece a rodar mañana en el estadio Lusail, la final del Mundial ya tiene un ganador: Qatar. Más allá de la opacidad, de la compra de votos y de la gran cantidad de atropellos perpetrados, sobre todo en lo que se refiere a la vulneración de los derechos de la mujer, del colectivo LGTBIQ+ y de los trabajadores migrantes, el emirato ha conseguido que el planeta esté pendiente del cara a cara entre dos jugadores.

Dos futbolistas que comparten equipo y que han significado dos de las mayores inversiones de la historia de este deporte, dos ídolos que llegan al choque decisivo como máximos goleadores del torneo, empatados a cinco tantos. Eso sí, uno de los dos lleva también tres asistencias, dos de ellas estratosféricas. Lionel Messi y Kylian Mbappé serán máximos rivales por un día.

Ya lo fueron cuando el PSG eliminó al Barça en los octavos de la Champions de la temporada 19-20 o cuando Francia eliminó a Argentina en la misma ronda de Rusia’18, con exhibición de Mbappé en ambos cruces, pero no lo han vuelto a ser desde que Nasser Al Khelaïfi los juntó en el club más rico del mundo (verano de 2021).

Dos jugadores extraordinarios

Messi y Mbappé han completado un Mundial abrumador. Su compañero en el PSG, Neymar Jr, también se estaba luciendo hasta que Croacia decidió sobrevivir en el último aliento de los cuartos de final y asestó el golpe a Brasil en los penaltis para evitar que la gran primera final se viviera en las semis.

Argentina y la ‘Canarinha’ se hubieran enfrentado por un lugar en Lusail. Pero no fue así y Messi y los suyos se zamparon a Croacia sin piedad para esperar en la final a la banda de Mbappé, que terminó con el bonito sueño de Marruecos.

Ahora, las dos mayores estrellas del Paris Saint-Germain coparán todos los focos del gran último episodio que le queda al Mundial. Y aquí, quién ya ha ganado es Catar. En mayo del 2011, el emirato del golfo Pérsico decidió dar un paso más en su apuesta por mejorar su posicionamiento geopolítico a través del deporte y compró el PSG.

En estos once años, el club parisino ha invertido más de 1.500 millones de euros en fichajes, 100 millones menos que el Barça, pero con la diferencia de que el conjunto azulgrana ha ingresado casi 8.000 millones en estos once años, mientras que el club francés ha superado mínimamente los 5.500 millones de facturación. El emir Tamim bin Hamad Al Thani le entregó las llaves de la entidad a su buen amigo Nasser Al Khelaïfi y le dio libertad para gastarse lo que hiciera falta.

El objetivo: crecer, tener a los mejores futbolistas, ganar la Champions League y situar a Catar en el mapa antes de la cita mundialista de 2022. La Champions no la ha levantado –pese a haberla rozado en 2020–, pero Catar sí ha logrado que los estandartes de las dos selecciones que lucharán por la Copa del Mundo sean también la bandera de su propio equipo.

Una final soñada para algunos

Quien mínimamente haya seguido la geopolítica del fútbol en los últimos años, sabrá que una final como la de mañana era el sueño húmedo del emir y de Al Khelaifi”, expresa a Sport Dossier Xavier Ginesta, periodista, profesor de la Universitat de Vic-Universitat Central de Catalunya y coautor del estudio La construcción de la marca Catar a partir del deporte, publicado en el año 2013.

“Esta final beneficia enormemente la estrategia de posicionamiento geopolítico de Catar, su idea de creación de marca a través del deporte y su apuesta en el PSG, algo que de rebote también refuerza el poder de Al Khelaïfi en el fútbol europeo”, apunta el profesor.

En la misma línea se sitúa Ravi Kumar, periodista y editor del digital catarí Inside Qatar, que también atiende a Sport Dossier el día antes de la gran final: “Gane quién gane, Catar estará en el foco porque posee el PSG y dos de sus grandes estrellas liderarán a los equipos opuestos en la final”.

El periodista indio, que trabaja en medios del emirato desde hace más de una década, considera este duelo como una pura coincidencia, aunque reconoce que el partido y sus dos principales cromos conllevan una victoria simbólica –e importante– para el país: “Además, Messi y Mbappé han marcado cinco goles cada uno y han dejado actuaciones estelares, con lo que son los favoritos para ganar el Balón de Oro y la Bota de Oro del torneo. Todo parece estar en perfecto lugar para las estrellas del PSG y, por lo tanto, también para la imagen de Catar”.

Una inversión justificada

Con esta final, el emir de Catar valida ante sus ciudadanos todo el dinero destinado al PSG. También, y con énfasis, los esfuerzos para que Kylian Mbappé se quedara este verano en el Parque de los Príncipes y siguiera vistiendo la camiseta azul pese a su intención de marcharse al Real Madrid.

Tanto necesitaba Catar que Mbappé siguiese jugando en el PSG que incluso utilizó las mismas armas que ya había usado más de diez años antes para convencer a Michel Platini de apostar por el Mundial en el país del Golfo. El presidente de la República, Emmanuel Macron, convenció al futbolista para quedarse, de la misma manera que Nicolas Sarkozy, su homólogo de 2007 a 2012, persuadió a la leyenda francesa y por aquel entonces presidente de la UEFA de las bondades de celebrar el torneo en Catar.

“Es tan importante esta final para el emirato que hasta le permite justificar su inversión en el PSG. De hecho, su estrategia para proyectarse al mundo a través del deporte partía de tres ejes: los eventos deportivos –véase el Mundial–, las inversiones exteriores –principalmente la del PSG– y la promoción del país como lugar de excelencia”, resalta Ginesta. Y ha conseguido, como mínimo, dos de sus tres objetivos: “El Mundial es su gran evento y la final refrenda su inversión en el club parisino”.

¿Corregir las deficiencias humanas?

Ahora bien, faltará por ver si Qatar cumple con la tercera pata de sus propósitos tras la celebración del torneo. Un objetivo menos atractivo cuando los focos mediáticos desaparecen y las decenas de miles de aficionados se marchan a sus casas. “Desde el punto de vista operativo todo salió bien, no hubo ni un solo incidente adverso. Ni peleas, ni arrestos, ni violencia, ni gente ebria, ni quejas de equipos o aficionados”, asegura Kumar.

Pero Ginesta no tiene tan claro que Qatar logre corregir las deficiencias humanitarias una vez el emirato vuelva a la normalidad. “Durante el Mundial parece que ha ganado la batalla del relato, pero habrá que ver cómo gestiona el post-Mundial. El éxito del relato inmediato se acaba matizando por la gestión de los legados”, reflexiona el profesor, que pone como ejemplo en positivo el crecimiento de Barcelona tras los Juegos Olímpicos, pero también a Atlanta, Pekín, Río de Janeiro o Sochi como paradigma de la mala evolución tras la celebración de las Olimpiadas.

“¿Catar será más democrático, mejorará sus políticas de salud pública y se consolidará como un lugar turístico? No lo podemos saber. Debemos analizarlo dentro de cinco años para saber si el Mundial ha sido un éxito real”, reconoce Xavier Ginesta.

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Lo que sí se puede asegurar hoy es que Catar ha jugado todas sus cartas para seguir creciendo en el mapa geopolítico durante la celebración del evento más importante del fútbol mundial. En el inicio del torneo, el emir Al Thani se sentó junto a Mohammed bin Salman, príncipe heredero de la corona de Arabia Saudí, su gran enemigo en los últimos años por las diferencias políticas e ideológicas que han generado duras tensiones. Y un mes después, el mismo emir se abrazó con Macron demostrando, todavía más si cabe, que las relaciones entre Catar y Francia son prácticamente familiares. “Es la cuadratura del círculo”, concluye Ginesta.

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