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Henry Bonello, a vengar los 12 goles que encajó su padre contra España

Ni siquiera había nacido cuando su padre se convirtió en el protagonista involuntario de uno de los días más memorables de la selección española: el 21 de diciembre de 1983, España ganó 12-1 a Malta y logró el milagro de clasificarse para la Eurocopa de 1984. El portero de la selección maltesa era un joven de 25 años llamado John Bonello, empleado de una empresa textil que en la víspera del partido había declarado: “A mí no me meten once goles ni loco. Si me meten once, no vuelvo a mi país”.

Finalmente fueron doce, y Bonello no tuvo más remedio que volver. Cinco años después, en octubre de 1988, nació su hijo Henry, que curiosamente siguió sus pasos y se convirtió en portero. Su carrera deportiva¡ es tan discreta como la de su padre y no traspasa las fronteras de la isla de Malta: empezó en el Sliema Wanderers, el club más laureado de Malta, pasó por el Hibernians y el Birkirkara antes de recalar en el Valletta, donde sigue jugando.

Como su padre, Bonello también es internacional: debutó en 2012 en un amistoso ante Liechtenstein, pero solo había disputado partidos amistosos hasta que el técnico de Malta, Ray Farrugia, le dio la titularidad en el primer partido clasificatorio para la Eurocopa de 2020. Al mismo tiempo que España ganaba a Noruega en Mestalla, Malta doblegaba a las Islas Faroe en La Valetta, y con Bonello en plan héroe: en el minuto 64, con 1-0 en el marcador detuvo un penalti que además, había dejado a su equipo con diez futbolistas por la expulsión de Andrei Agius. Hacía 13 años que Malta no ganaba un partido oficial en casa.  

36 años después

36 años después de la afrenta futbolística que sufrió su padre, Henry Bonello se medirá este martes a España como portero de Malta, en uno de esos curiosos quiebros del destino. Hace 22 años que la selección española no juega en Malta (0-3 en su última visita, en un partido clasificatorio para el Mundial de 1998, con un ‘hat trick’ de Julen Guerrero).

Henry Bonello, que por entonces tenía ocho años, probablemente ya había oído hablar de aquel 12-1 que su padre sufrió en primera persona. La historia de aquel partido está llena de intrahistorias que adornan el antes, el durante y el después. Algunas realmente curiosas, como la llegada de Malta al aeropuerto de Sevilla en la víspera del partido: Bonello sabía que todos los focos le apuntarían, pero no quería que los periodistas le identificasen, así que intentó pasar desapercibido colocándose junto a un compañero de selección que se parecía mucho a él.

una capea o un 'tablao' flamenco

El truco no le sirvió demasiado: así lo narraba en ‘El País’ Alfredo Relaño, actual director del diario ‘As’: “Pobre Bonello, descubierto a los cinco minutos justos de su llegada a Sevilla. Sobre él se tejen los más maliciosos propósitos para conseguir mandarle 11 veces al fondo de su puerta a sufrir la humillación de doblar la cintura para recoger una esfera de cuero esquivo. Y él, que ya ha oído de un "plan ultrasecreto", del proyecto de llevarle a una capea, traerle a un tablao, intoxicarle dulcemente con fino y hacer sus noches más bellas, pero menos relajantes, con bien escogidas compañías femeninas, tenía miedo. Un miedo que se le escapaba por los ojos”.

Finalmente, John Bonello accedió a hablar con la prensa. “No tengo la culpa si España no pasa. No tengo la culpa de que jugáramos contra Holanda en Aquisgrán en lugar de en Malta Eso no fue cosa de los jugadores. España es mejor que Holanda, pero creo que van a tener problemas para marcar 11 goles”, dijo, recién aterrizado en Sevilla.

La mención a Aquisgrán no era casual: el partido que debía enfrentar a Malta y a Holanda no pudo jugarse en la isla porque Malta estaba sancionada por la UEFA y sus campos estaban cerrados. Se acabó jugando en Aquisgrán, una ciudad alemana situada muy cerca de la frontera con Holanda, que ganó 0-6 en un campo lleno de aficionados holandeses. 

 

Holanda llegó a la última jornada de la fase de clasificación para la Eurocopa de 1984 con dos puntos de ventaja sobre España y un ‘goal average’ de +16. España llegaba con +5. Las cuentas estaban claras: la selección española tenía que ganar por al menos once goles de diferencia. El resto ya forma parte de la historia, que por cierto, acabaría compensando a Holanda. Cuatro años después, en 1988, se coronó campeona de Europa con un equipo inolvidable: Koeman, Gullit, Rijkaard, Van Basten y compañía.