Zidane tiene el aval del madridismo con Bale
Sentado en la grada, sin mascarilla y con los pies encima de la butaca delantera. Esa es la imagen que dejó Gareth Bale en la grada del Alfredo di Stéfano siguiendo el partido entre su equipo y el Valencia. Se saltó las medidas obligatorias de protección. No debería hacerlo por él, que es libre de hacer lo que le dé la gana, sino por quienes le rodean, algo que repite en el campo habitualmente al no asociarse con sus compañeros.
MOLESTIAS EN LA ESPALDA
El madridismo avala que Zidane no vuelva a alinearlo. Solo aceptaría verlo de nuevo sobre el campo si salta a comerse el césped y demuestra compromiso con los colores de su equipo. Un club que le paga religiosamente el mejor sueldo de una plantilla repleta de astros. Ante el Valencia, no jugó ni un minuto. Zidane justificó la decisión que iba a tomar en vísperas del partido: “Tiene molestias en la espalda”.
El galés arrastra esas molestias desde hace años por una protusión discal que descubrió ‘Marca’. Ese puede ser el origen de todas sus lesiones. Que no son pocas. De hecho viene jugando una media de 35 partidos por temporada en un equipo que tiene una media de 58 por curso, se pierde 23 de media y la mayoría por culpa de las lesiones que le impiden actuar a pleno rendimiento.
DEJAR QUE SE VAYA GRATIS
A nadie se le escapa que Bale es un problema enquistado para el equipo sin dejar de reconocer su potencia. Un potencial que solo explota cuando se esfuerza y eso lo reserva solo para tardes estelares, en finales o partidos de máxima repercusión. Tal es la situación que podría dejar que se fuera gratis este verano, según ‘Ok Diario’. Su rendimiento va a menos y es proporcional al crecimiento de los problemas que genera.
El Real Madrid lleva tres temporadas buscando comprador sin éxito. No rentabiliza el fuerte desembolso del club por su sueldo, 24 millones brutos por temporada. Si lo libera, se ahorraría casi 50 millones por un jugador al que le quedan dos años de contrato y que apenas genera beneficios. El gran problema es que no quiere irse porque nadie le pagará la ficha que tiene. A esto se suma su falta de pasión por el fútbol, sus constantes lesiones que merman su rendimiento y su carácter introvertido y poco empático que no invitan a los interesados a apostar por su fichaje.
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