REAL MADRID
Los cinco exámenes de Ancelotti
Su mensaje pierde fuerza con unos jugadores sin sintonía en una maraña de estilos; falta intensidad, con Mbappé sin encajar, y sigue buscando una medular que construya fútbol
Carlo Ancelotti está salvando el tipo mal que bien desde que comenzó la temporada. Su mensaje ha perdido fuerza ante los bandazos que da un equipo que maneja muchos estilos, pero que no domina ninguno. Una maraña de intenciones que no favorece a unos jugadores que corren poco, como descubren unas estadísticas que demuestran que sus rivales hacen más kilómetros. A esto se une que Mbappé no acaba de encajar en los esquemas elegidos por el italiano, y que sigue sin encontrar un centro del campo que arranque la máquina del juego.
Unir al vestuario
Una de las mejores armas de Ancelotti es aunar voluntades dentro de un vestuario al que ha calificado como una familia en los tres años que lleva en el equipo. En este cuarto curso su mensaje ha perdido predicamento ante unos jugadores a los que se ve haciendo la guerra por su cuenta en esa competitividad de encontrar su sitio entre los elegidos del italiano. Es concienzudo en mimar a los pesos pesados para que guíen al resto, pero su mensaje no cala y prolifera el individualismo en un grupo en el que todos quieren destacar por encima del resto.
Muchos estilos de juego
El italiano presume de que no tienen un solo estilo de juego, que son muchos, pero sobre el campo no acaba de dominar ninguno. La presión funciona a veces; el contragolpe se da con cuentagotas; el tiki-taka le convierte en un equipo lento y previsible; su juego entre líneas es pobre y apenas existe comunión en las triangulaciones o paredes con carencia del juego a los espacios. Pide ser perpendicular con un fútbol de rock and roll, pero no lo consigue. Improvisa su juego de ataque sin un patrón definido. Lo que sí funciona es su obsesión de ser un equipo solidario en defensa, virtud que lo hace sólido y un difícil de batir.
Intensidad y desgaste
Los de Ancelotti pierden todas las estadísticas ante sus rivales en kilómetros recorridos. El italiano pide más intensidad y esfuerzos, pero la desconexión sin balón, con jugadores que no cumplen con su labor defensiva perdiendo la marca del rival, rompe la sintonía obligando al equipo a replegarse. Para conseguirlo, exige más esfuerzo y compromiso, pero solo lo consigue cuando las cosas se ponen feas. Ahí sí brota la competitividad de sus jugadores para equilibrar resultados o ganar partidos. Pero le falta continuidad, compromiso y, sobre todo, ambición para cerrar los partidos. Se duermen cuando adquieren ventaja en el marcador como ocurrió ante el Alavés: del 3-0 al 3-2 para acabar pidiendo la hora.
Mbappé se hace esperar
Ancelotti presume de encajar el sistema a las características de los jugadores que tiene. Lleva dos meses y medio intentando encontrar un sitio a Mbappé, con el que el equipo conecta poco. Al francés le está costando adaptarse a los demás, aunque igual espera que sean los demás los que se adapten a él. Pues que siga esperando, porque le rodean futbolistas que están entre los mejores del mundo en sus puestos. Se tiene que ganar los galones aunque Ancelotti se los quiera regalar. Pierde efectividad alejado de su posición preferida, un puesto que se ha ganado Vinicius en las seis temporadas que lleva en el equipo.
Una medular cambiante
Por último, Ancelotti no da con un centro del campo que construya un fútbol efectivo. Los problemas se le han acumulado y no facilitan su labor: la salida de Kroos, las lesiones de Camavinga y Ceballos, la polivalencia de Tchouameni para dejar la medular y reforzar la defensa; las limitaciones físicas de Modric y la duplicidad de Bellingham como media punta con balón y centrocampista sin él. En 12 partidos ha utilizado 9 centros del campo diferentes, eso hace que la sala de máquinas no acabe de encajar.
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