Sin cruzar la frontera del respeto, cada quien festeja como quiere o puede. Brasil es alegría y baile. La cuestión no es el racismo, ni quién baila, sino los colores de quienes les juzgan.
Los que decían que Neymar era un provocador son los mismos que ahora presentan a Vinicius como el niño que sólo quería bailar. Y viceversa. O todos o ninguno.