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El milagro del Leicester City

El pasado 2 de mayo se cumplieron cinco años de la histórica gesta lograda por los 'foxes'

Leo Ulloa, jugador número 12 de ese equipo y clave para la consecución de la Premier, atendió a SPORT

Los jugadores y el técnico del Leicester City levantando el trofeo de campeones de la Premier / | EFE
Francesc Ripoll

Sonó el silbato en Stamford Bridge. El luminoso reflejaba el empate a dos entre Chelsea y Tottenham. Caras de circunstancias sobre el verde. Todo había terminado. Lejos de la capital, en una casa cerca de Leicester, un estallido de alegría. Lo habían conseguido. Los ‘foxes’, contra todo pronóstico, se habían proclamado campeones de la Premier League. Ese 2 de mayo de 2016 pasaría a la historia. Cinco años después, Leo Ulloa (General Roca, Argentina, 1986) lo sigue recordando con una enorme sonrisa. “Cuando decidí jugar al fútbol nunca pensé en vivir algo similar a lo de esa temporada. Le estoy ‘recontra agradecido’ a la vida de poder estar en esa situación.”, admite a SPORT. 

La historia de ese equipo es de película. De David contra Goliat. De las que cualquier niño -o no tan niño- sueña con hacer en el Football Manager. De aquel aficionado de un equipo de barrio que tiene la esperanza de que eso, algún día, le suceda a los suyos. Y es que pasaron de una salvación agónica en la 2014/2015, cuando todo el mundo daba al Leicester por descendido, a derrotar al ‘Big Six’ y hacerse un sitio en el Olimpo inglés.

El camino, largo a la vez que bonito. Empezaron la Premier con buen pie, perdiendo un solo partido en la primera vuelta. “Ya caerán. No aguantarán el ritmo”, pensábamos. Ilusos. Entre enero y febrero se midieron ante el Tottenham, Liverpool, Manchester City y Arsenal, con un asombroso balance de tres victorias y una única derrota. “El equipo estaba a un nivel espectacular, jugaba, imponía, ganaba y ganaba bien. Ahí empezamos a creer que podríamos salir campeones”.

El artífice de todo esto, Claudio Ranieri. Tras el polémico despido de Nigel Pearson, el italiano cogió el timón de la nave ‘fox’, encontrándose “un vestuario muy sólido, sano y unido. No había estrellas, nadie era la figura. Esa fue la clave”. Aprovechando eso, trazó un plan sin fisuras. Literalmente. Un 4-4-2 con una defensa inexpugnable, un centro del campo todoterreno y un ataque preparado para morder a la contra. Sencillo, pero efectivo. “Sabíamos que si jugábamos a otra cosa los resultados no iban a llegar. Muchos partidos terminaba defendiendo en mi propia área. Miraba el arco contrario, a 50 metros, y pensaba: ¿qué hago aquí? Pero era nuestro juego. Todos corríamos para que nosotros, los de azul, sacáramos los tres puntos”. No había otra.

Y si hay algún nombre propio de esa temporada, ese es Jamie Vardy. El ‘Bad Boy’ del East Midlands. “Cuando se enojaba sacaba lo mejor de sí mismo. A los centrales les traía locos: les golpeaba, les gritaba, les dejaba la pierna, les insultaba…” Ese año se destapó como uno de los mejores delanteros de Europa. Ranieri le liberó de la banda y dejó que atacara las espaldas de los defensas. ¿El resultado? 24 goles en liga y el récord de anotar en 11 partidos consecutivos. 

Schmeichel, Simpson, Morgan, Huth, Fuchs, Mahrez, Kante, Drinkwater, Albrighton, Okazaki y Vardy. Una alineación que los niños de Leicester recitan ya de carrerilla. ‘¡And of course, Leo Ulloa!’, añaden. Y es que este relato no tiene sentido sin la figura del argentino. Fue el claro ejemplo de revulsivo, de jugador número 12. Entró 22 veces desde el banquillo y anotó goles claves para la consecución de la liga. El empate a dos ante el West Ham, el doblete ante el Swansea… pero el más recordado, el tanto de la victoria ante el Norwich en el último minuto. Era el tramo final de temporada y el ‘ciclón’ le dio a los ‘foxes’ el empujón final que necesitaban. “Ese fue una locura. Si te trato de describir la sensación del estadio ese día, no podría. Todos nos desahogamos. ¡De hecho, se detectó un terremoto de 0.3 grados en el momento de la celebración!”, dice, asombrado.

Entre gol y gol, entre épica y épica, el primer ‘match ball’ llegó en Old Trafford. Si el Leicester ganaba en Manchester, la Premier era suya. Pero no pasaron del empate a uno. “Hubiese sido muy lindo ganar la liga en el Teatro de los Sueños”. El destino, caprichoso, hizo que todo se decidiera en Londres. El resto, es historia. 

 

Cinco años de, sin duda, la mayor gesta del fútbol moderno. ¿Veremos algo similar otra vez? “Estaría buenísimo, pero me cuesta creerlo”, señala Ulloa. “Cada vez que vemos cómo va evolucionando el fútbol le damos más importancia, porque fue algo único, muy difícil de conseguir. Con el equipo que teníamos, el presupuesto, un equipo que había ascendido un año atrás, había estado peleado el descenso… y el año siguiente salimos campeones. Cuando más pasa el tiempo siento que se valora más todo lo que hicimos.” Que nada ni nadie nos quite la ilusión. Todos queremos ser el Leicester.