Liverpool y Manchester City empataron, pero sobre todo demostraron que no hay una rivalidad como la suya en la Premier League. Los dos últimos campeones de Inglaterra ofrecieron uno de los partidos de la temporada, incesante y rebosante de talento. Los de Guardiola pasaron de dominar en el primer tiempo, a sufrir dos cornadas de Mané y Salah en la reanudación. El del egipcio, uno de los goles del año. A ellas se sobrepusieron con tantos de Foden y De Bruyne. El empate deja a ambos en la carrera de la Premier, y manda un mensaje al mundo: ‘reds’ y ‘sky blues’ aspiran a todo.
Guardiola culmina su semana grande (Chelsea, PSG y Liverpool) con un buen balance, a dos puntos del lderato en liga y con buenas sensaciones. El City volvió a ser capaz de imponer personalidad en el arranque del duelo en Anfield, anulando al Liverpool en el primer tiempo. La peor noticia para Pep fue su falta de gol: Foden perdonó dos llegadas, De Bruyne otra. Errores que, en el tempo del Liverpool, son un pecado capital.
Klopp corrió hacia los vestuarios en el descanso, consciente que debía hacer ajustes. Salieron a la perfección: en un arranque valiente del segundo tiempo, rompieron en cerrojo del City en dos pases. Salah lanzó la contra, y Mané la finalizó cruzando sin temor a la red.
El gol no desesperó tanto a Pep como la permisividad con Milner. El técnico catalán protestó tres faltas graves del lateral, que acabó el partido con tan sólo una amarilla. Klopp lo quitó para ahorrarse una expulsión. Lo que no sorteó fue el empate de Foden: tras un servicio de Jesus, la perla inglesa acertó al final en batir a Alisson.
La tarde aún se guardaba su gran momento con el gol de Salah. El egipcio, de menos a más, firmó el 2-1 tras un eslalon prodigioso. Dejó atrás a cuatro ‘citizens’, retratados ante el faraón, que hizo estallar Anfield de un derechazo. Rompió en un grito la ciudad de los Beatles, que acabaría silenciada por De Bruyne. El belga puso el 2-2 gracias a un disparo desviado a la red por Matip.
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Antes del final, Fabinho rozó el tercero con un tiro a puerta vacía, que limpió un prodigioso Rodri. Gabriel Jesus intentó lo mismo en la otra área, pero le tapó Robertson. No quedaron energías sobre el campo, lo cual fue normal: Anfield presenció una oda al fútbol sin tapujos.