Los cambios nacionales de hora tienen lugar en al menos cien países repartidos por todo el mundo. La razón de estos cambios es el ahorro energético, puesto que están planteados para que aprovechemos al máximo la luz solar y reduzcamos así el consumo eléctrico.
Una necesidad cada vez más acuciante para contrarrestar los efectos del cambio climático. España es uno de estos países. En concreto, en nuestro país contamos con dos horarios diferentes: el horario de primavera-verano y el horario de otoño- invierno. El primero se inicia durante el último domingo del mes de marzo, mientras que el segundo en el último domingo de octubre.
En ese sentido, el próximo cambio de hora que viviremos en España tendrá lugar a las tres de la madrugada del domingo 31 de octubre. En el preciso instante en que los relojes marquen dicha hora serán retrasados de manera automática o manual a las dos de la madrugada.
¿Qué implica eso? Que durante esa madrugada dormiremos una hora más. En cuanto a las implicaciones generales, la principal consecuencia de ese cambio es que amanecerá y anochecerá antes. Así estaremos hasta el mes de marzo de 2022, cinco meses después, cuando durante el último domingo a las dos de la madrugada pasarán a ser las tres de la madrugada.
Como mencionábamos antes, las motivaciones tras el cambio de hora son puramente de ahorro energético. De hecho, en los países anglosajones este cambio es conocido como Daylight Saving Time, algo así como la hora de ahorro de luz.
Aunque en internet circula la idea de que fue Benjamin Franklin, uno de los padres fundadores de los Estados Unidos de América, quien propuso este cambio por primera vez, The Franklin Institute, dedicado al político e inventor de Boston, lo desmiente en uno de los artículos de su portal web.
¿Cuándo nació esta iniciativa que marca tanto nuestras vidas diarias?
Pues exactamente durante la Primera Guerra Mundial. Aquí los historiadores están totalmente de acuerdo: el cambio de hora fue instaurado por primera vez el 30 de abril de 1916 por Alemania y sus aliados como un mecanismo para ahorrar carbón.
Le seguirían inmediatamente el Reino Unido y la mayor parte del resto del conjunto de países involucrados en la guerra, así como Estados neutrales. Las otras dos grandes potencias, la Unión Soviética y los Estados Unidos, esperarían hasta los años 1917 y 1918 respectivamente. No sería un cambio perpetuo entonces. En 1974, y tras las crisis del petróleo, el cambio de hora se oficializaría.
Sin embargo, y más allá de los beneficios medioambientales y económicos del cambio de hora, también han sido detectadas consecuencias negativas para nuestra salud. Especialmente en el caso del cambio de hora que tiene lugar durante el último domingo de marzo como entrada a la temporada primaveral y veraniega.
Y consecuencias todas ellas vinculadas a las alteraciones del sueño. Como el aumento de infartos agudos del miocardio que, según una investigación publicada en la Europea Review for Medical and Pharmacological Sciences, alcanza el 5% durante los tres primeros días de la semana después del cambio de horario.
Es una de múltiples razones que han llevado a determinados organismos, instituciones y ciudadanos a pedir una suspensión permanente del cambio de hora. La consulta realizada por la Comisión Europea durante el verano de 2018 fue bastante reveladora: más del 80% de los 4,6 millones de europeos votó a favor de una suspensión del cambio de hora.
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Sin embargo, el cambio de horario tendrá lugar durante el mes de octubre con normalidad dado que los Estados miembros de la Unión Europea no han alcanzado aún un consenso en relación a la suspensión. Habrá que esperar, dicen los expertos, al año 2021.