Luis Enrique ha triunfado tanto como Pep Guardiola. No porque en su palmarés figure el segundo triplete de la historia del Barça, sino por el hecho de haber hecho jugar al equipo tal y como él quería que jugase.
El éxito de un entrenador no debe medirse por los títulos, que también, sino por la influencia que su idea ha tenido en el juego. Por haber logrado que sus jugadores interpretasen sobre el césped lo que, previamente, el técnico había ideado sobre el papel. Si ese fútbol gusta o no al entorno es, en todo caso, problema del entorno. Nunca del técnico, que se ha mantenido fiel a su propuesta hasta verla reflejada durante noventa minutos.
El Barça juega hoy a lo que Luis Enrique quería que jugase cuando se hizo cargo del equipo. Es un fútbol directo, basado en tres delanteros que, no se sabe bien por qué ley no escrita del fútbol, son incompatibles con un centro del campo potente, cuando la lógica invita a pensar que, cuanto más sólida sea la medular, más fuerte será la delantera. Mejorar el tridente es posible desde atrás. Pero ese es otro debate que a Luis Enrique no le ha interesado porque su idea, la que quiso imponer, es ya una realidad en cada partido. Si encima la ha acompañado, y puede seguir haciéndolo, de títulos, su éxito será una realidad incontestable.
la coherencia por bandera
Hubo técnicos que utilizaban a la prensa, a la que gusta ser utilizada, para sus fines. No daban, pero pedían a través de llamadas subalternas. Poco coherente. Todo lo contrario que Luis Enrique, que nunca ha dado nada, pero tampoco ha pedido.
bartomeu vacía el significado de la palabra leyenda
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El presidente aseguró que Lucho formará parte de los entrenadores de “leyenda”. Para interpretar la historia, necesario ante una palabra de este calado, hay que dejar pasar el tiempo. Si no se hace, se corre el riesgo de perjudicar a quienes ya son leyenda.