La épica victoria ante el Inter debe ser el primer paso de la reconstrucción del Barça. Después de unos meses de desasosiego marcados por la polémica incorporación de Griezmann, el fallido fichaje de Neymar, la plaga de lesiones musculares y la guerra entre el vestuario y la directiva, ha llegado el momento de serenarse a través de los triunfos. Y no hay mejor bálsamo que estas tres victorias consecutivas (dos en Liga y una en Champions) que siguen sin despejar las dudas sobre el juego pero que sí permiten situar al conjunto de Valverde en la rampa de lanzamiento hacia la mejora.
En la derrota todo se antoja más difícil y ahora que el Barça ha empezado a enderezar el rumbo resultará menos complejo analizar los problemas que arrastra desde hace tiempo el equipo. El primero, y más importante, es la pérdida de identidad futbolística, que puede recuperarse con la dupla De Jong-Arthur. El segundo, la fragilidad defensiva, que no es exclusiva de la zaga sino que es consecuencia de la falta de intensidad general. Y el tercero, la ‘messidependencia’: Leo volvió ante el Inter (especialmente en la segunda parte, cuando ya se sintió más seguro con su físico) y el Barça fue otro Barça.
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Si Valverde consigue equilibrar estas carencias (el cambio del 4-3-3 al 4-2-3-1 ante los italianos fue decisivo), este equipo puede crecer mucho. Muchísimo. Pero siempre desde la convicción de que existe un modelo ganador que hay que respetar y con la valentía de apostar por los jugadores que demuestren estar en la mejor forma. Se llamen como se llamen. Solo así podrán alcanzarse todos los objetivos. O, al menos, luchar con dignidad por ellos.