Opinión

Yo vi jugar a Andrés Iniesta, el hombre búho

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Sport

Hernán Casciari escribió hace unos años uno de los escritos más bonitos sobre un jugador de fútbol; el largo artículo titulado 'Messi es un perro' tuvo un impacto mundial no solo por saber transmitir un sentimiento de admiración compartido por la mayoría, sino que también por la belleza literaria de esa poesía convertida en un escrito de opinión deportiva.

Hasta el momento en que llegan las despedidas, es complicado hacer un cálculo real de la grandeza de ciertos personajes que han dado tanta felicidad a tantas personas, pero es precisamente en ese instante cuando uno se da cuenta del valor de tales proezas y de que toda la magia y gozo futbolístico de tiempos pasados no volverán nunca más, porque esa visión hegeliana, sobre la lechuza de minerva y su vuelo al anochecer, es perfectamente aplicable en este caso: ahora, cuando los protagonistas de una época dorada van despidiéndose somos realmente conscientes de su grandeza.

La tristeza se mezcla con la nostalgia y el orgullo de haber sido espectadores directos de grandes obras futbolísticas, y es que, cuando Iniesta anunció hace unos días que se retiraba del fútbol, muchos dimos las gracias por haber podido verle durante tantos años en ese estadio de noches mágicas. Volviendo a la lechuza, si Messi es un hombre perro, Andrés Iniesta es un hombre búho.

Silencioso y elegante ha conseguido que todo el mundo, sin importar la nacionalidad ni el equipo que se defienda, tenga profunda admiración por una persona que ha mostrado respeto, en todos los sentidos, por cada estadio que salió bailar con la pelota. En estos tiempos donde el futbolista se ha convertido en estrella de rock sin saber siquiera lo que es el rock, en personajes de obvia calidad física, pero de dudosa capacidad intelectual y estética, los 'iniestas' tienen más sentido que nunca; ni la extravagancia, ni la extraña sensación de superioridad, ni el mal gusto y ni tampoco la necesidad de esta siempre en medio del foco, han sido necesarios para que Andrés se haga un lugar en lo más alto del olimpo del deporte.

Muy pocos contemporáneos comparten esta habilidad en este fútbol moderno, pero personajes como Messi y Andrés, que se han dedicado a lo puramente deportivo y nada más, deben ser el espejo en el que las futuras generaciones se miren.

Permitiéndome adaptar el último fragmento del precioso -y preciso- escrito de Casciari; cuando en el juicio final estemos todos los humanos que hemos sido y seremos, y formemos un corro para hablar de fútbol, uno dirá 'yo estudié en Ámsterdam en el 73', otro dirá 'yo era arquitecto en San Paolo en el 62', y otro nos explicará que ya era adolescente en Nápoles en el 87, y un señor mayor dirá que viajó a Montevideo en el 67, y uno más atrás afirmará que escuchó el silencio del Maracaná en el 50.

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Y cuando todos cuenten sus batallas hasta altas horas de la madrugada y ya no quede nadie por hablar, Hernán se levantará y dirá que él vivió en Barcelona en los tiempos del hombre perro, y antes que terminé lo interrumpiré para decir despacio 'Yo vi jugar a Andrés Iniesta, al hombre búho'. Todos nos mirarán bajando la cabeza reconociendo nuestra fortuna, no volará ni una mosca y habrá silencio, entonces aparecerá dios vestido de blanco y señalándonos nos dirá 'Vosotros, el gordito y el flaquito, estáis salvados, todos los demás… a las duchas'.