Tormenta y calma
Varane, durante una acción del duelo contra el Chelsea / AFP
Después del estruendo mediático, las conspiraciones de garrafón y el ruido insoportable, quedó el partido, que ofreció mucho más de lo esperado. En el primer acto, el Chelsea , poseído y en pleno vuelo, destrozó al Madrid al espacio. Los de Zidane defendieron hacia adelante y Kanté, que come truenos y cena relámpagos, impuso su ley. La inspiración de Benzema mantuvo en pie al Madrid, que alcanzó el descanso vivo, mientras Tuchel lamentaba haber desperdiciado media decena de ocasiones clarísimas.
Entre San Courtois y las malas decisiones de Werner, el Madrid respiró aliviado. En el segundo acto, el Madrid bajó las revoluciones del partido, defendió por acumulación y el Chelsea se espesó sin poder correr. Al final, combate nulo. El Madrid salió vivo de la tormenta ‘blue’ y los ingleses dieron por buena la calma con un gol como botín. Para todo lo demás, Kanté: desayuna tornillos, come relámpagos y cena truenos. Una bestia parda.
Primer asalto, nulo
En una esquina del cuadrilátero, ‘monsieur’ Zidane, una estadística humana que colecciona Champions mientras sus críticos le restan mérito apelando a su jardín botánico. Al otro lado del ring, Tuchel, un innovador de última generación, con fama de hueso duro de roer. La vieja guardia de Zinedine frente a la máquina física de Thomas. El primer asalto acabó en tablas y con la sensación de que ambos tienen deberes para la vuelta.
El ruido
La previa tuvo un ruido ensordecedor. Antes del duelo, campo abonado para el sucio arte de generar sospechosos habituales. Los altavoces mediáticos jugaron a poner la presión en el árbitro. Como medida preventiva, porque agua, barro y basura crían buena verdura.
Al barro se sumaron los telepredicadores de todo a cien pregonando que Ceferin llevaría la camiseta del Chelsea puesta, ignorando que el equipo de Londres también impulsó la fracasada Superliga. Para qué hablar de fútbol si el ruido vende más. Para qué cederle el protagonismo a los actores principales si se puede cubrir de porquería el prestigio de una competición que algunos quieren abandonar por...más dinero.
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