Decir que Leo es el mejor es una obviedad que, por repetitiva, resta fuerza al mensaje. Lo fue desde que cogió el relevo de Ronaldinho y lo sigue siendo hoy, a pocas semanas de conocer a su sexto entrenador en el primer equipo del Barça. Explicar por qué es el mejor ya es algo más complicado. Los argumentos, múltiples y variados, hablan de un talento innato para el fútbol, deporte para el que recibió un don único cuando nació. Su carácter extremadamente competitivo complementa su virtuosismo para convertirle en una máquina de ganar. Pero, aunque en menor medida, hay muchos futbolistas con ese perfil. Debe haber algo más con lo que explicar una carrera en la que cada año es mejor que el anterior. No es solo su capacidad de reinventarse. Lo que hace de Leo Messi irrepetible es que, cuando se viste de corto, sigue siendo aquel niño bajito llamado Lionel que juega a fútbol, entendiéndose el verbo jugar en su sentido más literal.
Sigue siendo un niño pegado a un balón
OPINIÓN
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