De ricos a pobres
Joan Laporta, presidente del FC Barcelona / Valentí Enrich
Todos los años, en estos meses de verano, se especulaba con nombres ilusionantes como posibles fichajes para el Barça. Eran tiempos en los que en el club había dinero y los futbolistas mejores del mundo acudían a la llamada para negociar en cuanto les llegaba el posible interés del club. Sabían que si llamaba el Barcelona, el contrato sería, con toda probabilidad, bien jugoso.
Eran épocas vividas, por ejemplo, por Joan Laporta, tiempos en los que era posible pagarle un capricho de 25 millones de euros a Pep Guardiola, por un tal Chigrinsky, un defensa que años más tarde declararía que el precio que se pagó por él no fue real, es decir, que no se correspondía con su valor como jugador. Cosas de equipos ricos. Recuerden que Joan Gaspar pagó por Overmars en el año 2000 casi 5.000 millones de pesetas, un jugador que dio un resultado decepcionante. En fin, podríamos ir encontrando compras disparatadas en momentos en los que el Barça era “lo más.”
Yo, como socio, en lo económico siempre me había sentido con la sensación de que el club sería eternamente rico. Somos el Barça, pensaba, y a los grandes las cosas siempre les van bien. Ahora reconozco mi ingenuidad y lo equivocado que estaba. Los tiempos han cambiado, el dinero ruso, árabe y de otros lugares ha enriquecido a muchos clubes que antes no podían competir con el nuestro, y ahora esos equipos nos han superado con la arrogancia del nuevo rico.
No hay más remedio que actuar con la dignidad de aquellos que no han sabido gestionar bien su capital y ahora han ido a menos. Hay que aceptar que ya no somos tan poderosos y que hay que ir, si no de rebajas, como dijo el presidente, sí de trueque. No pasa nada. Este año miraremos con elegancia como los Mbappé, Haaland y Wijnaldum se marchan en dirección a otros clubes que no son el nuestro.
Laporta vino a decir algo así como que habrá fichajes en modo intercambio y no se podrá ir de compras caras. Por si fuera poco, Dembélé, un jugador con el que podríamos haber intercambiado con solvencia, se nos lesiona y su cotización empeorará imposibilitando una buena permuta. Así que llegados a este punto, sugiero al culé que no pare de sonreír y que sea feliz con lo que tiene y sobre todo que no desee lo que no podrá tener.
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