Firme. Seguro. Tranquilo. A su manera, contundente. Messi se puso delante de los micrófonos en una sala de prensa blaugrana tras dos años de ausencia. En ese tiempo le han pasado muchas cosas. Muchas. Ha ganado y ha perdido. Ha sufrido y ha gozado. Ha pasado crisis y las ha superado. Ha fallado penaltis y los ha marcado ‘a lo Panenka’. Ha discutido con su entrenador y se ha reconciliado. Ha recordado y ha olvidado. Ha reído y ha llorado. Ha ganado y ha perdido. Ha sido el primero y también el segundo. Ha sido padre de un hijo y ya espera el segundo. Ha tocado la gloria con los dedos y se la ha puesto por montera superando a todos.
Firme. Seguro. Tranquilo. A su manera, único. Estamos delante de un Messi total, de un jugador renovado y maduro que sortea las crisis, se consolida como líder y se echa al equipo más que nunca a a la espalda. Aquel Barça de Guardiola hoy es el Barça de Messi. Y ambos se van a ver algo más que las caras esta noche. Se conocen como si se hubieran parido. Crecieron juntos y se separaron sin dolor. Y sin añoranza. Se echan tan poco de menos como en su día se amaron de más. Se temen, se respetan y se ignoran con elegancia. Pero aquel Leo que Pep dejó en su día es un jugador reinventado al que acompañan dos inmensos jugadores con los que se retroalimenta. Lo que pudo ser y no fue en aquella relación se revisará de nuevo esta noche. Messi sabe que es algo más que un partido. Es el reencuentro de dos monstruos del futbol, de dos fieras hambrientas a las que no se les romperá el corazón cuando pisen el césped y que aparcarán el sentimiento para jugar con cabeza.