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OPINIÓN

Piqué y Jordi Alba, al inicio del Periscope en el avión / | sport

DURANTE TODA la semana se ha hablado de los Periscopes de Piqué, esa aplicación que en tiempo real y en directo grava lo que el jugador decide a través de su teléfono móvil. A estas alturas ya se ha dicho mucho al respecto, y las opiniones han sido de todos los colores. Entre lo dicho y escrito voy a ignorar las opiniones de las que, desde mi punto de vista, se les ha visto demasiado el plumero y que han surgido de círculos contrarios al barcelonismo en general y a Piqué en particular. Aunque respetables, me han parecido poco objetivas y aportan muy poco al debate, si es que lo hay. Descartada la caverna, se ha opinado para todos los oídos: desde periodistas molestos al pensar que Gerard Piqué esta usurpando el trabajo que deberían de cubrir ellos –recuerden que recientemente se ha negado el acceso de la prensa en el avión que viaja el equipo–, hasta personas que les gusta la frescura y la espontaneidad del contenido, pues, según ellos, acerca el equipo a la afición.

A mí me gusta Piqué, en lo bueno y en lo malo; lo he manifestado en algún que otro artículo. Es un jugador listo dentro y fuera del campo, capaz de lanzar una puya a quien más le duele, para días después reconocer públicamente que en cierto momento de su vida se le fue la olla pensando que era una superestrella. Declaraciones así se leen muy pocas de jugadores de fútbol, pero Piqué destaca por una personalidad que se multiplica utilizando los medios de comunicación. Él ha decidido ser mediático y distinto al común de los jugadores, y lo consigue. Los Periscopes, ¿será la novedad?, son aceptados por sus compañeros. El club es otra cosa. No poder controlar lo que Piqué divulgue mientras está, digamos, de servicio, representa un peligro para la institución porque en directo se dicen cosas que en manos mal intencionadas pueden crear problemas a la institución. Veremos lo que duran los Periscopes. Por mí, que no paren.