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'Míster', déjelo de mi cuenta

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Piqué, durante el acto promocional en el US Open / | EFE

A todo el mundo le encanta Gerard Piqué. Bueno, no sé si a todo el mundo pero sí a muchísima gente y aficionados al fútbol. Les gusta por su porte, por su listeza, por su inteligencia, por su capacidad empresarial (aunque algún tortazo se ha metido ¿no?), por su modernidad, por ser un emprendedor, por comprar hoy el Andorra, mañana pagar casi medio millón para ascender sin jugar, por organizar la Copa Davis, por ser un chico muy ‘cool’. Estupendo, oye, estupendo.

El problema es que ser tan ‘in’ tiene, a veces, sus momento críticos y, sobre todo, instantes en los que lo que no puede pretender el gran Piqué, inmenso (especialmente futbolísticamente), es que los demás parezcamos tontos. No. Su capacidad para ser brillante, incluso hablando (su puesta en escena en Nueva York en la presentación de ‘su’ Davis fue, han contado las crónicas de los enviados especiales españoles, majestuosa), es tremenda, pero…eso, pero, a veces, habla demasiado.

No, no voy a comentar si se escapó a Orlando para apuntalar el proyecto de la Davis sin permiso de Valverde. Eso ni es así y nunca sucedió, entre otras razones por algo tan sencillo como que el ‘Txingurri’ lo hubiese evitado y duramente sancionado. Eso, lo de que desobedeció, se lo inventó alguien, sí.

 Pero lo que no se inventó nadie es que Piqué ha asegurado que la organización de la Davis es lo que más le interesa de este mundo. “Es el proyecto de mi vida” ¿Más que el fútbol? No solo dijo eso sino que, para poder escaparse a arreglar su último negocio (recuerdo que Valverde en su día dijo que le parecía bien que los jugadores tuviesen vidas paralelas al fútbol y fuesen emprendedores, no sé si ahora seguirá pensando lo mismo, la verdad), confirmó lo que yo ya he escrito aquí (sin ir más lejos, el pasado sábado) y es que me da la impresión de que los jugadores del Barça, los grandiosos jugadores del Barça, juegan (y ganan) cuando quieren, cuando les da la gana, cuando ven que es el momento, cuando les miran, cuando lo necesitan.

Sí, sí, porque mucho se ha hablado este fin de semana de esa falsa desobediencia de Piqué a Valverde (insisto, que jamás existió), pero muy poco de ese tremendo ofrecimiento suyo (¿tal vez lo hizo como capitán que es?) al ‘mister’ de que “si me dejas ir, te aseguro que ganaremos el partido que tengamos a mi vuelta; fui, volví y ganamos”.

Es decir, que los jugadores del Barça son los que deciden cuándo, dónde y cómo se juega y/o gana. Ya, ya, ya, que soy un exagerado, sí, sí, vale, pero no soy yo quien ha sacado a la luz esa historia (ciertamente hubiese sido una gran exclusiva, sí). La ha contado el propio Gerard Piqué, el capitán. Cambio viaje relámpago para arreglar mi negocio, para firmar el contrato de mi vida, del futuro, y, a cambio ‘mister’, déjelo de mi cuenta: ganamos fijo, se lo garantizó, se lo digo yo.

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Lástima que antes de San Mamés o antes de El Sadar no tuviese Piqué otra firmita de esas ¿verdad? Igual, a la vuelta, ganan.