Vermaelen, tarde o temprano, podrá demostrar si el Barça acertó con su fichaje. Esa es una guerra, pero no la más importante. Lo que chirría de su llegada es que se pagaron 10 millones que pueden llegar a ser más de 18 por un jugador lesionado que, además, puede ser un freno a la cantera. No es coherente hablar del “desplegable” y, minutos más tarde, comprometerse a pagar más de 18 millones de euros por el belga. Apostar por la cantera no es solo un verbo bonito en una rueda de prensa, sino un cúmulo de gestos. Y ninguno de ellos coincide con el fichaje de Vermaelen. Es incomprensible que un club que mira en qué gasta cada céntimo pague lo que pagó por el belga. Y más incomprensible es que el club receptor sea el Arsenal de Arsène Wenger, un carterista de menores especializado en los alrededores de la Ciutat Esportiva.
Los millones y el desplegable
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