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El mérito es de Valverde

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Valverde, consciente de que no se pueden escapar más puntos en este comienzo de Liga / | sport

Ernesto Valverde era el único que lo sabía. Por eso no abrió la boca durante los meses que duró el postureo del show de Neymar Júnior. Por eso dejó que el club simulase que se volvía loco por fichar al crack brasileño, al que la afición del PSG quiere devolver al barrio más sucio de Río de Janeiro. Porque solo Valverde, que vive pegadito a La Masia, sabía que el diamante (no ya en bruto, casi pulido del todo) se llamaba Ansu Fati y, sin duda, valía muchísimo más dinero (y esfuerzo) que el mediático Xavi Simons, ya en París.

El barcelonismo, cómo no, sigue dudando del ‘Txingurri’. Es tan injusto todo lo que acontece en el Barça y en su entorno alrededor del técnico azulgrana que da que pensar. No porque muchos quieran que venga, digo, Xavi Hernández o que promocionen, no sé, tal vez, a Victor Valdés, que ya está en la casa, o los hay que deben soñar con la vuelta de Ronald Koeman (todo, desde luego, muy lícito), sino porque nadie, aún, ha reconocido la apuesta de Valverde.

Bueno, es más. Antes, hasta ahora, el pasado año, sin ir más lejos, Valverde fue despreciado porque confiaba siempre en los mismos, dando la espalda (decían) a La Masia. Ahora que hace alineaciones (y apuestas) auténticamente revolucionarias (y le salen bien, maravillosamente bien), siguen dudando con el “bueno, ya veremos lo que dura”, “bueno, no tiene más remedio, las estrellas están lesionadas”, “bueno, es el inicio de temporada”…

Repito, es tan injusto que solo Valverde, que ve el fútbol y todo lo que mueve con un distanciamiento insólito, esperpéntico, indiferente total, puede permanecer sereno y no estallar (como haría cualquier otro) ante la injusticia de no reconocer su apuesta, su valor y, ciertamente, la alineación de jóvenes que se lo han ganado a pulso, pues solo ellos, los habitantes de la catacumbas de la Ciudad Deportiva Joan Gamper saben, realmente, quién vale y quién no, sin pasar por el B donde Riqui Puig sigue maravillando.

Es evidente que convertirse en el goleador más joven de la historia de LaLiga con solo 16 años 10 meses 13 días convierte a Ansu Fati en algo más que una promesa, que una aparición esporádica. Y es aún más evidente que carece de sentido pensar (ja, ja, ja, ja) que el Barça, como teme Leo Messi, no se haya esforzado lo suficiente en refichar a ‘Ney’ porque sabía que Fati la iba a petar.

Pero de lo que no hay duda es que hasta el Madrid más Madrid, es decir, la Corte, ha dejado de pensar que sus diamantes, llámense Vinicius o Joao Félix, son los que más brillan. Tras el cabezazo de El Sadar, tras el ‘chutarro’, la llegaba en tromba (y golazo) al área valenciana, tras el jugadón (cuchillo en mantequilla) entrando hasta el poste y dándole el pase de la muerte a De Jong (“Fati es un jugador excitante, tiene un gran futuro”, dijo el holandés), el chico va disparado (dice Roberto Moreno) a la selección, es decir, que van a convertir en el más español de todos a papá Fati.

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Lo mejor de toda esta historia es saber cómo se tomarán las estrellas azulgrana, intocables siempre, la aparición de Fati, al que será difícil quitarle la titularidad (¡pobre Dembélé!). Fati no entrará, no, en el washap de la élite (ni lo pretende), pero su suerte es que su fortuna está en manos de la persona más sensata que tiene el Barça, Ernesto Valverde. Y es ahí donde se junta todo: la sensatez del ‘Txingurri’, su indiferencia por no ser reconocido jamás como un grandioso técnico (campeón y ganador) y la posibilidad de que su enorme experiencia convierta, poco a poco, a Fati en el relevo, éste sí, de Messi.