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Dos malos partidos que penalizan demasiado

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Vermaelen se lesionó ante el Levante / | sport

El Barça ha ganado la Liga con una superioridad aplastante. Y ha sumado otro doblete (el octavo) histórico. Pero ha perdido dos partidos que han penalizado gravemente la temporada. Roma y Levante han sido los sorprendentes verdugos blaugranas. Y digo sorprendentes porque nadie se esperaba que el equipo de Valverde fuera eliminado de la Champions por los italianos (y menos tras el 4-1 de la ida) y porque nadie sospechaba que el campeón perdiera su condición de invicto en el Ciutat de València. Aunque también es verdad que ambas derrotas tienen un denominador común: la indolencia de los jugadores del Barça. Comprensible ante el Levante después de haberse quedado ya sin objetivos (aunque el récord de acabar la Liga sin perder ni un partido no era baladí). Imperdonable, por supuesto, en el Olímpico porque significaba quedar fuera de Europa en cuartos de final por tercer año consecutivo.

Un equipo como el Barça que puede llegar a jugar más de 60 partidos por temporada (esta campaña han sido concretamente 59, contando la Supercopa de España, de infausto recuerdo) tiene el derecho de cometer dos o tres errores. Incluso más. Pero fallar en los momentos decisivos es lo que no puede permitirse un conjunto que aspira a ser campeón de todo. La dolorosa derrota en Roma acabó, un año más, con el sueño de la Champions. Aquella fatídica noche, los blaugranas fueron un espejismo que fue barrido del campo por unos italianos teóricamente muy inferiores. No supieron reaccionar. Ni los jugadores ni el técnico. Y el KO en la Copa de Europa fue humillante. Casi tanto como el 5-1 que señalaba el marcador en el campo del Levante en el minuto 56 de partido. El resultado acabó maquillándose, pero la sensación de impotencia fue la misma que en el Olímpico.

 

Perder la condición de invicto y quedarse sin récord por culpa de una defensa nefasta no duele tanto como la eliminación en la Champions. Pero es un síntoma. Un preocupante síntoma. O el Barça juega (siempre) al cien por cien, o cualquier rival puede hacerle mucho daño. Una lección que hay que aprender de cara a la próxima temporada.