Madrid se quema

Sergio Ramos ha perdido presencia en el Real Madrid y en la selección / EUROPA PRESS

Carme Barceló

Y a les digo que es muy duro para el madridismo que, en cuestión de horas, te inunden las calles de la capital de banderas rojiblancas, que el seleccionador nacional deje fuera de la convocatoria de la Eurocopa a Sergio Ramos, que tampoco incluya en la lista a ninguno de tus jugadores y que los capitanes de La Roja sean Sergio Busquets y Jordi Alba. Luis Enrique ha encendido una mecha -lo sabía pero tiene personalidad para eso y para más- y ha hecho una fotografía bastante enfocada de lo que es la Liga. Me explico. Entre sus convocados, hay diez jugadores de la Premier League y otros cuatro que están jugando en Italia, Francia y Alemania. Ítem más: podríamos decir que el cántabro bebe de las fuentes de Guardiola, que en su día entrenaba a un Barça que se convirtió en la columna vertebral de La Roja que ganó el Mundial de Sudáfrica, y hoy es el técnico de unos cuantos profesionales que han entrado en la lista de Lucho. Todo muy de aquí y muy poco de allí, que es lo que fastidia (por escribirlo fino).

Esperaba una reacción furibunda pero han superado mis expectativas. La única esperanza que le quedaba al madridismo, a sus voceros y a los que tejen los hilos del palco, era ver a su capitán con el brazalete y a un par más de los suyos. Pero desde el andamio al que suele subirse, Luis Enrique lo vio claro. Todo. Sabía que esta convocatoria iría ‘linkada’ a su carnet de socio del Barça, a su imagen votando en las últimas elecciones y a su vínculo indestructible con Catalunya. Pero él es él hasta las últimas consecuencias. Lo tomas o lo dejas. Y él lo que tomó fue la decisión de dejar en casa a Sergio Ramos, recién salido de una lesión y con un nivel físico muy alejado del que le llevó a lo más alto. Dejó atrás conceptos anticuados, agarrados a la épica y a los chistes que hacen piña, para apostar por un equipo que está por encima de lo que toca, que ya sabemos todos y todas lo que es. Y ahí los tienen: enfurecidos, quemados y esperando que Luis Enrique fracase para ir a por él. Porque si algo me ha quedado claro estas últimas horas es que a los madridistas les importa muy poco la selección. Lo único que quieren es que estén los suyos. Entonces, sí. Ahí ya se ponen la camiseta y enarbolan la bandera. 

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