El Madrid, a través de sus medios de comunicación afines, está intentando lavar la imagen de Mourinho. La campaña llegó ayer a su punto culminante con la portada de `As¿, en la que podía leerse, en grandes alardes tipográficos, el siguiente titular: “MOURINHO HA CAMBIADO”. Nada más lejos de la realidad. El técnico portugués no ha cambiado. Simplemente ha dado una vuelta de tuerca más a su estrategia manipuladora y ahora se encuentra agazapado esperando el momento de volver a la carga con sus mentiras. Que será, sin duda, en vísperas del Madrid-Barça. Ni la caverna mediática más entregada a la causa madridista se cree a este `nuevo Mourinho¿. Lo siento por mi colega (y sin embargo amigo) Tomás Roncero, que escribía en su artículo que el entrenador “ha dado un giro radical en su actitud”. Mourinho continúa siendo el mismo personaje prepotente y mezquino. Y volverá a demostrarlo antes del 10 de diciembre. Seguro.
Las personas no cambian. Y menos a los 48 años. Mourinho siempre ha sido igual. En el Oporto, en el Chelsea, en el Inter y ahora en el Madrid. Con el paso del tiempo, además, el comportamiento del portugués ha ido a peor. Hasta alcanzar, sin duda, la culminación más lamentable el día que le metió el dedo en el ojo a Tito Vilanova. Aquella noche, el mundo enteró pudo comprobar cómo es Mourinho, más allá de sus chulerías en las ruedas de prensa. Aquella noche, Mourinho actuó como un auténtico delincuente con su agresión física al segundo de Guardiola. La imagen, repetida millones de veces por televisión y triste líder en el ránking del YouTube, no dejaba resquicio para la duda: el Mourinho más barriobajero y cobarde había tocado fondo. Los madridistas más coherentes (que los hay) reclamaron inmediatamente una intervención fulminante de Florentino Pérez, que no se produjo. Al contrario. El presidente siguió dando pábulo a su entrenador, que salió de rositas con una sanción miserable de dos partidos sin ni siquiera tener que pedir perdón públicamente.
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De esa noche, lamentable, solo han pasado dos meses y medio. Tiempo, evidentemente, insuficiente para que Mourinho recapacite y cambie su manera de ser. El entrenador portugués está ahora escondido porque el Madrid es líder con 3 puntos de ventaja sobre el Barça, porque su equipo golea a los rivales y porque en la Champions se ha paseado. Pero este comportamiento de `personaje bueno¿ es puro teatro, como diría el propio Mourinho. Es una máscara que no esconde más que arrogancia y envidia. El verdadero Mourinho es el que odia al Barça por encima de todas las cosas porque no pudo ser entrenador del club blaugrana. El verdadero Mourinho es el que quiere ganar a toda costa, sin importarle la forma ni las consecuencias. El verdadero Mourinho volverá a mostrar su rostro abominable cuando se ponga nervioso. Que le falta poco. Muy poco. Porque el día 10 se está acercando...