Opinión

El fútbol puede ser una fiesta

Parte de la grada de Montilivi en el Girona - Barça / SPORT

Cuando la rivalidad es positiva, el fútbol es más grande. Anteayer me invitaron a disfrutar del partido en Montilivi. La primera sensación es darse cuenta de que el fútbol es muy grande y maravilloso cuando la rivalidad es sana y bien entendida. Entre Barça y Girona se ha construido una competencia tan especial como ejemplar. Ni las goleadas a favor de uno u otro afectan demasiado. Veremos si el tiempo cambia o no esta situación paradigmática. Las dos aficiones, y los colores de sus camisetas, se mezclaban arriba y abajo en las calles que conducían hacia el estadio. Numerosas parejas vestían las zamarras de uno y otro equipo, demostrando que el futbol no separa nada si dos no quieren. Incluso más de una situación surrealista, como es ver a más de un aficionado con la camisola de un club y la bufanda o la gorra del otro. Raro, raro. Me gustaría que con los pericos fuera igual, pero no, no hay forma de conseguirlo por ninguna de las dos partes.

El Girona ha construido un proyecto que parece tan sólido como largoplacista a nivel deportivo, eso es debido, en gran parte, a los equipos profesionales que gestionan de forma excelente al club dentro y fuera del terreno de juego. Obviamente, el hermanamiento con el City ha sido clave también para obtener garantías de firmeza en el modelo de club y las plantillas. Desde ese ángulo se ha ido empujando a una afición, a un amor por unos colores y a un proyecto cuyo impulso parece imparable actualmente. La Champions es un premio que este año permitirá al equipo dar un salto cualitativo que, esperemos, no condicione el rendimiento en el campeonato liguero. Esta semana se estrenan en París, les deseo mucha suerte, allí jugarán con el aliento de todos los cules ante uno de nuestros más acérrimos enemigos. Hasta ahí, todo no bien, lo siguiente. Montilivi es lo único que hace pequeño al Girona ahora, encorsetando a la afición y al proyecto en si mismo. Sus gradas a lo Torneo Conde de Godó deben dar paso, más pronto que tarde, a una reforma que no solo amplíe de forma estructural el estadio, sino que lo modernice para situarlo en el siglo XXI, con o sin Champions. La casa del Girona tiene que ser más grande y más moderna, el equipo y la afición lo merece, no quiero que esto se entienda como una crítica, pero no parece un riesgo invertir en ese aspecto.

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Si hablamos de fútbol, el domingo mientras el equipo rojo y blanco estuvo extrañamente ausente, el Barça sigue creciendo, sabiendo a qué jugar, cada una de sus piezas en el campo están alineadas con la estrategia del técnico y, además, están en un momento muy dulce. Que dure. Desde Luis Enrique el equipo no presionaba de esta forma, ni disfrutaba de esa verticalidad endemoniada. Desde Guardiola no se tenía un ritmo de balón como el actual, ahora la transición del balón se vuelve a realizar a uno o dos toques. Se lesiona Bernal, lo sustituye un Casado superlativo en la misma posición. Desde lo colectivo, todas las individualidades crecen. Visca Girona. Força Barça.