Opinión

Frenkie De Jong no está solo y debe saberlo

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Ya hace algún tiempo que, para mucha gente, Frenkie de Jong dejó de ser futbolista del Barça. Ha pasado a ser un retratito, cuyo uso sirve para justificar todo lo malo que le ocurre al equipo. Casi sólo falta culparle de que llueva o de que el club no regrese al Camp Nou en diciembre. No andamos lejos de eso. No he detectado que el acoso que recibe De Jong cuando el Barça pierde - incluso cuando gana - sea proporcional a la defensa - si es que hubo alguna - que recibió el holandés cuando su nombre fue carne de cañón en todas las mesas de negociación de la cúpula azulgrana.

Cierto es que Joan Laporta se opuso a su venta, porque siempre le gustó. Pero De Jong no olvida el día que, en un “off the record” con periodistas, Mateu Alemany trasladó la necesidad de traspasarle para salir de la crisis. Frenkie, ante el Bayern, entró en el 16 de la segunda por Fermín. Del 22 por ciento de posesión se pasó al 43. Su irrupción en el Clásico fue relevante. Mejoró al equipo, sin control ni pausa en el primer tiempo. Los elogios resultaron tibios. En Belgrado, pese a irse con un 1-4, ya hubieron coscorrones. Que arreciaron en Anoeta, en su primera titularidad en... ¡seis meses! En Pamplona, al Barça le metieron cuatro sin él. Ese día, nadie pudo atizarle.

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De Jong, que en su día eligió al Barça por encima del Psg y del City de Pep, lucha por limpiar su mente tras una multilesión en el tobillo. Decidió no operarse, es verdad. Y debe asumirlo. Pero el Barça no vive en una opulencia que le permita desechar talento. Así lo ve Hansi Flick, que ha tenido prisa en ponerle. Y le entiendo. De Jong, a su nivel, es uno de los mejores centrocampistas del mundo. Abandonarle es un lujo que, desde luego, ni puedo ni voy a comprar. Lo siento.