El mismo día que Bolsonaro y Trump se oponían al confinamiento y declaraban abiertamente preferir el dinero a la vida, Leo Messi, Guardiola y Roger Federer hacían público sus generosas donaciones para luchar contra el coronavirus. Una prueba más de la amplitud de registros del ser humano, que es capaz a la vez, y simultáneamente, de la imbecilidad más inimaginable y de la nobleza más emocionante.
Mención aparte merece el caso de Leo Messi, que envió un mensaje muy claro con su doble donación al Hospital Clínic de Barcelona y a otro hospital en Argentina, dejando muy claro cuáles son sus dos tierras, la de nacimiento y la de adopción.
Hay que recordar, ahora más que nunca, que el compromiso de Messi con Barcelona viene de lejos y es por supuesto muy anterior a la crisis del coronavirus: lleva años haciendo donaciones millonarias a un ambicioso programa de lucha contra el cáncer infantil de Sant Joan de Déu, por el que ha dado la cara (y el bolsillo) muchas veces.
Reconocimiento especial
Sabemos que a Messi no le gusta que se hable de su generosidad (porque mientras se habla de él no se habla de los graves problemas que él quiere contribuir a solucionar), pero su último gesto merece un reconocimiento especial.
Porque Leo ha vuelto a demostrar, una vez más, que no vive en ninguna burbuja y que no hay que confundir su proverbial discreción con el tópico aislamiento en el que se encierran efectivamente algunas ‘celebrities’.
El crack del Barça ya hace muchos años que demuestra su fidelidad inquebrantable al club de su vida, una fidelidad que ha hecho extensiva a la ciudad de Barcelona, que como él mismo ha declarado en las últimas entrevistas que ha concedido, la siente suya, tanto para él como para su familia.
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En medio de esta crisis devastadora, volver a constatar la fidelidad de Messi al Barça y a Barcelona es un pequeño oasis de alegría y nos vuelve a poner la piel de gallina. Una vez más, gracias por todo, Leo