La pegada es cosa suya. El Barça salió a ganar y ganó. Como debe ser. Salió sin dudas al terreno de juego, consciente de que debía aprovechar las bajas del PSG, que todo lo que hubiese sido especular con la teórica ventaja del partido de vuelta era un error que podía conducirle al fracaso. Cada partido es distinto. Ayer no estaba Ibrahimovic, en el Camp Nou, sí estará. O sea que era la gran oportunidad. Y con esta mentalidad saltó al campo, al ataque desde el minuto uno. Marcó Neymar y fue a por más. Marcó Suárez y fue a por más. Repitió Suárez y el 0-3 ya le daba prácticamente el pase a semifinales. El autogol de Mathieu no empaña una victoria brillantísima ni minimiza la ventaja de cara al martes en el Camp Nou. El Barça es muy superior al PSG y ayer lo demostró. Y si sale con la misma mentalidad que ayer, pasará la eliminatoria.
Dicho esto, es evidente que la mentalidad ha de ir acompañada de la calidad y la actitud de los jugadores. Ayer sobresalió Suárez por encima de todos. Dos goles de crack, de delantero centro rematador y letal. Era el hombre que le faltaba al ataque blaugrana. El complemento para la magia de Messi y el desequilibrio de Neymar es su fuerza y contundencia.
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Ya titulé así estas mismas líneas tras el triunfo contra el Madrid: Para eso se fichó a Suárez. Para los grandes partidos, para dotar al equipo del gol clásico de toda la vida, del valor añadido que aporta un ariete clásico, fuerte, poderoso y rematador. Suárez ha aparecido en estos grandes momentos. En el campo del City, ante el Madrid en el Camp Nou y ayer en París. Suyas son tres grandes victorias y aún le quedan algunos días de gloria más. Europa exige gol, pegada, no vale con tocar, tocar y tocar. Y ese tipo de gol es cosa de Suárez, no lo duden.