LOS ADJETIVOS calificativos no son míos. Los leí ayer en el libro ‘Que consti en acta’, escrito por Josep Lluís Vilaseca, el histórico dirigente catalán que acaba de publicar sus memorias. Hacían referencia a un tema de rabiosa actualidad: la responsabilidad de los directivos de las pérdidas económicas de su gestión. Pendientes de la resolución del juez Martínez Borrego sobre la Acción Social de Responsabilidad, Vilaseca cree que el aval que se les exige a los directivos de un club deportivo, como consecuencia de aquella Ley del Deporte, es injusta. Primero, dice, porque solamente pueden ser directivos aquellas personas que tienen suficiente dinero como para avalar el 15%, de forma mancomunada, del presupuesto de gastos. Y se pregunta, y con razón, dónde está la tan cacareada responsabilidad objetiva. Imaginemos que Nike se declara en bancarrota, o Mediapro, y el FCB se queda sin ingresar esa lluvia de millones de cualquiera de esas dos empresas. ¿Tendrían que responder los directivos de esas pérdidas? Según la Ley, sí. Ellos no serían culpables, no habrían robado, no habrían incurrido en dolo ni en gestión fraudulenta, pero tendrían que apechugar con una enorme losa. Por esa misma regla de tres, ¿estarían entonces legitimados, para salvar esa situación imprevista, a vender a Messi o Neymar? Tendrían todo el derecho del mundo a hacerlo. Se juegan su patrimonio. Tengámoslo en cuenta antes de juzgar tan alegremente.
Discriminatoria, nefasta, perversa y endemoniada
OPINIÓN
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