El Barça está tan tocado que cualquier piedra en el camino, por pequeña que sea, acaba desmontanto al equipo. En Cádiz bastaron dos errores garrafales para arruinar un partido y casi media Liga justo cuando el equipo comenzaba a asomar cabeza. No es nada fácil levantar un proyecto en medio de una crisis institucional tremenda y con tanto ruido externo. Parece incomprensible que desde el propio club se aireen las miserias económicas y se recuerde día tras otro que los futbolistas no podrán cobrar la totalidad de sus contratos esta temporada. Koeman sabía a lo que se exponía fichando por la entidad blaugrana y ha intentado poner orden dentro del vestuario, pero la endeblez de la estructura es tan grande que le será muy complicado revertir la situación. Este Barça tiene mejor plantilla de lo que está demostrando en la Liga y hay margen para remontar, pero solo podrá hacerse desde la tranquilidad y dando el mando a los profesionales. Jugar fuera de los terrenos de juego siempre es mal negocio y Koeman debería dar un golpe encima de la mesa como el único gran portavoz de la entidad hasta que se celebren las elecciones. No queda otra que ir a muerte con el entrenador y hacerle caso en lo que pida porque la situación es grave y se corre el peligro de tirar la temporada en enero.
Koeman tendrá parte de culpa en lo que está sucediendo en la Liga, pero en una temporada tan exigente debería tener margen de maniobra para reforzar al equipo en enero. Las lesiones de Fati, Piqué y la última de Dembélé son auténticos torpedos a la línea de flotación del proyecto y el club debería tomar medidas. Ansu y Piqué tienen para tiempo, mientras que Dembélé es, hoy por hoy, la viva imagen del club: su endeblez aconseja buscar a otro atacante porque su físico es probable que no aguante. Cádiz ha hecho daño, pero también ha mostrado las miserias y necesidades del equipo. Si hay confianza en Koeman, el Barça debería darle galones y apostar en enero. Hay tiempo para que esto no acabe mal.