Bartomeu no quiere pasar a la historia del Barça como el presidente que vendió a Messi. Y hará todo lo posible para evitar el traspaso del crack argentino. Incluso inmolarse públicamente. En un nuevo giro dramático a este culebrón que es la marcha del capitán, Bartomeu anunció ayer que está dispuesto a presentar la dimisión si con eso consigue que Messi siga en el Barça. “Si yo soy el problema, me voy”.
Ese es el mensaje que el presidente la ha hecho llegar al futbolista. Veremos qué responde Messi a este inesperado órdago de Bartomeu. Porque responderá. El crack está a punto de romper el silencio que se autoimpuso tras la humillación ante el Bayern. Todos sabemos (o creemos saber) lo que piensa Messi. Pero Messi todavía no ha dado su versión de la crisis. No ha dicho por qué quiere irse del Barça. Ha enviado un burofax pidiendo la carta de libertad. Y nada más.
Los socios y aficionados culés merecen una explicación y Messi debe ofrecerla. Aunque la decisión de irse ya esté tomada y sea totalmente irreversible. El gesto de Bartomeu, pues, servirá de bien poco. O, mejor dicho, de nada. Básicamente porque llega demasiado tarde. Messi tiene la cabeza en Manchester y espera impacientemente que el City de Guardiola haga una oferta lo suficientemente atractiva para doblegar la voluntad del presidente blaugrana... sea quien sea.
De todas formas, lo peor de este divorcio es la triste imagen que está ofreciendo el Barça al mundo. Porque si Bartomeu lo ha hecho mal, Messi lo está haciendo peor. Puede entenderse la frustración del mejor jugador del mundo tras un nuevo fracaso, pero no es defendible su actitud frente a un club y una afición que se lo han dado absolutamente todo.
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