Barça: Vivir en 'Matrix'

Laporta y los dirigentes afrontan días decisivos para enjuagar la deuda / Valentí Enrich

Rubén Uría

Como en ‘Matrix’. Si el socio toma la pastilla azul, despertará en su cama y creerá lo que quiera creer. Si toma la pastilla roja, descubrirá cómo de profunda es la madriguera del conejo. Al socio sólo se le puede ofrecer la verdad: generar plusvalías por 120 millones, vender activos, rebajar salarios, dar cartas de libertad y traspasar jugadores.

Bendita austeridad. Esa que se olvida en elecciones, esa a la que apela el entorno, esa austeridad que es como Santa Bárbara, porque sólo la sacan a pasear cuando truena. El club vive de préstamos y créditos, tiene una deuda monstruosa, lleva años viviendo por encima de sus posibilidades, gasta más de lo que ingresa y está estrangulado por unos salarios inflados por la anterior junta, que fue irresponsable, generó una hipoteca gigante y dejó un solar.

De aquellos polvos, estos lodos. No hay día que no se hable de deuda, infraestructura, fair play, palancas económicas, ingresos extraordinarios o venta de activos. Un día es Goldman Sachs, al otro es la Liga Impulso, al siguiente es CVC, cuando no es Barça Studios y últimamente es BLM. El Barça, que siempre ha sido más que un club, ahora es una hoja de cálculo.

La anterior junta multiplicó la deuda del club por diez, dilapidó el dinero del socio, pagó fichajes millonarios que no mejoraban lo que había y firmó renovaciones a precio de oro, hipotecando la salud del club. El marrón se lo está comiendo esta junta, que eligió provisionar y despreciar jugadores (¿fue una buena decisión?), que lleva meses explorando palancas económicas para sobrevivir, explorando ventas y buscando dinero debajo de las piedras.

Su masa salarial es el doble que la del Bayern de Múnich y cuando esta junta entró al club, no podía pagar las nóminas de mayo. No es triste la verdad, lo que no tiene es remedio. Después de un lustro de despilfarro indecente y gestión ruinosa, el Barça debe ser consciente de que está en juego su supervivencia. Debe asumir su realidad: se acabó el café para todos. Si el club no reacciona, vendrán años de plomo.

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El socio necesita tomar la pastilla roja, comprobar cómo de profunda es la madriguera de conejos y que le cuenten la verdad. Está harto de dirigentes que usan al Barça para su promoción personal y necesita valentía, rigor y transparencia. Basta de medias verdades y de vender humo. Habrá que generar plusvalías por 120 millones, sacar la calculadora, vender activos, rebajar salarios, dar cartas de libertad y traspasar jugadores, duela lo que duela y cueste lo que cueste. Tomar la pastilla azul sería aceptar la privatización y firmar un futuro como sociedad anónima. La pastilla roja es luchar para que el Barça siga siendo de sus socios. Y eso no se negocia.

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