La Champions League se ha convertido en el Santo Grial del fútbol europeo. La dimensión global que otorga ganar el torneo ha provocado que, sin miedo a exagerar, conquistarla se haya convertido para los aficionados en algo más importante que las propias ligas domésticas. Si no es así, no se entiende que el Bernabéu todavía siga en pie y Florentino Pérez presidente después de que el Real Madrid acabara las dos últimas Ligas a una distancia sideral del Barça. Haber ganado tres Champions en cuatro temporadas fue la borada perfecta para tapar todos los rotos.
Y aquí, en casa, en el Camp Nou, a pesar de haber conquistado ocho de las últimas once ligas y no sé cuantas Copas del Rey seguidas, ningún éxito, nada, ha podido mitigar el tremendo escozor que provocaron los desastres de Roma y Liverpool. Un solo partido, noventa minutos de escarnio, bastaron para tirar por la borda tantos meses de éxitos, esfuerzos, goles y sueños.
El gran objetivo de la temporada
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Así que, con todos esos precedentes, visto lo visto, el FC Barcelona tiene que meterse entre ceja y ceja volver a la senda del triunfo en la Champions League. Me consta que, sin llegar a ser una obsesión, ese es el gran objetivo del club y de la plantilla. La hoja de ruta. Por eso se han hecho todos los esfuerzos que han sido necesarios para confeccionar la mejor plantilla posible. Y también, por eso, es muy probable que Neymar vuelva a vestir la camiseta azulgrana. Si así fuera y el Barça ganara la Champions League en mayo de 2020, aquí nadie se acordaría de todo lo que se está diciendo y escribiendo sobre el brasileño. Quedan nueve meses por delante y el barcelonismo vuelve a ilusionarse. Es como el ciclo de la vida. Hay que caerse para volver a levantarse.