El clásico deja una nueva Liga por delante. Una competición que poco tiene que ver con lo visto hasta ahora en la que ha habido momentos en el que el Madrid tuvo hasta seis puntos de ventaja. Hoy, el líder es el Barça aunque hay una desviación producto del partido suspendido en Balaídos.
El Barcelona tiene que ganar sí o sí los cinco partidos que le quedan. Y esperar. Lo primordial es centrarse en uno mismo sin mirar a lo lados, sin vivir pendiente del Madrid, porque uno no puede jugar en función del resultado del otro. El Barça tiene experiencia sobrada en estas situaciones y es una garantía de éxito.
Ocurrió la pasada temporada cuando en la jornada 33, perdió en el Camp Nou (1-2) contra el Valencia. En ese instante, quedó empatado con el Atlético a 76 puntos a falta de cinco jornadas. El resultado final fue espectacular para los intereses azulgranas: Cinco victorias en cinco partidos, 24 goles a favor y 0 en contra. El Atlético, en este rush final, incluso perdió la segunda posición.
La primera temporada de Luis Enrique no fue tan apretada como estas dos últimas pero el resultado en las últimas cinco jornadas fue igual de espectacular: Cuatro victorias y un empate (este partido con el título ya decidido).
En la 2014-15 tenía ventaja (+3), en la 2015-16 estaba igualado y en la 2016-17 parte con la desventaja que le otorga al Madrid disputar un partido más (Celta). Es el más difícil todavía. El Barcelona afronta este examen final con una idea muy clara porque no tiene otra solución.
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El título está en sus manos porque el Madrid juega cuatro partidos fuera del Bernabéu y porque tiene la Champions de por medio que puede afectarle pues el rival es un hueso. Será una eliminatoria de esas que deja secuelas, y el Barça puede acabar siendo el gran beneficiado.