Hoy se cumple un año exacto del fichaje de Neymar por el PSG. Un año donde, no me cabe la más mínima duda, ha perdido mucho más el jugador brasileño que el FC Barcelona. Y no me refiero a títulos o dinero. Hablo de imagen, de reputación, de afecto, de todos esos intangibles que muchas de las estrellas se las pasan por el forro obnubilados por los ceros de sus cuentas corrientes. En el Camp Nou nadie echa de menos a Neymar, de la misma forma que en el Santiago Bernabéu nadie se ha rasgado las vestiduras por la salida de Cristiano Ronaldo. Los dos son extraordinarios jugadores, sí, pero la gente no es tonta y no pasan por alto el egoismo y el divismo de dos tipos pagados de sí mismos hasta la exageración.
Neymar se fue a París y en pocos meses ha provocado más ruido su comportamiento que admiración su fútbol. Cuando se habla más de sus fiestas, de sus peinados, de sus simulaciones, que de su juego individual y colectivo (insuficiente para que Brasil pasara de los cuartos de final del Mundial de Rusia) me da pie a pensar que estamos ante el futbolista que mejor se ha sabido vender de la historia del fútbol. De momento, en París, solamente ha dado quebraderos de cabeza. El tiempo dirá si es ese líder sobre el que ha de pivotar todo un equipo capaz de conquistar la Champions League, que para eso le fichó el jeque catarí. Sin él, el PSG ya ganaba la liga francesa.
NOTICIAS RELACIONADAS
Neymar engañó al Barça, a sus compañeros y a la afición azulgrana solamente para cobrar la prima de fichaje. Un tema que está en manos de la justicia y que más pronto que tarde se resolverá. Cuelgan veinte millones de euros, una cifra muy considerable. Es una pena que quien dijo haber cumplido sus sueños fichando por el Barça y jugar al lado de Messi, siempre dé mucho más que hablar por lo que hace fuera de los terrenos de juego que dentro de ellos.