ELECCIONES VASCAS Y CATALANAS
Del 21A al 12M: del pragmatismo en el País Vasco a la sombra de Puigdemont en Cataluña
La gestión se antepone al pulso independentista en los dos territorios históricos pero con distinta intensidad. El resultado electoral de cada una de estas citas puede tener distinto impacto en la gobernabilidad de España
El lehendakari saliente del PNV, Iñigo Urkullu, y Carles Puigdemont, que podría dejar la política si no es elegido presidente de la Generalitat. / / EFE
Elena Marín | Júlia Regué
Las elecciones en el País Vasco del próximo 21 de abril preceden la batalla electoral en Cataluña del 12 de mayo. Dos comicios en comunidades que mantienen estrechos vínculos por su condición de nacionalidad histórica y en cuyos territorios la pulsión independentista ha marcado la agenda con consecuencias en la gobernabilidad de España. Esta es una comparativa entre las dos batallas electorales y lo que está en juego.
1. Los candidatos: continuidad en Catalunya, renovación en Euskadi
El impacto de la judicialización del ‘procés’ en Catalunya ha anclado los liderazgos que protagonizaron el 1-O a la primera línea y en estas elecciones hay una clara continuidad. Como forma de mantener vivo el pulso con el Estado, Carles Puigdemont ha mantenido el control de Junts –aunque dejó la presidencia del partido en junio de 2022- y Oriol Junqueras, el de ERC, como presidente. Delegaron, eso sí, sus responsabilidades políticas cotidianas en el aparato del partido e incluso Pere Aragonès fue designado por Junqueras como candidato cuando este estaba entre rejas.
El ascenso de Salvador Illa al frente del PSC llegó mientras ejercía como ministro de Sanidad en plena pandemia, pero en 2017 ya comandaba las filas socialistas desde la secretaría de organización.
En el resto de partidos tampoco hay una renovación respecto al 2021: repiten Jéssica Albiach (Comuns), Alejandro Fernández (PPC), Ignacio Garriga (Vox) y Carlos Carrizosa (Cs). Solo la CUP cambia de cabeza de cartel con Laia Estrada.
Las elecciones del 12 de mayo son, para Puigdemont, la última bala en la recámara: mantiene que regresará a Catalunya el día de la investidura y que, si no logra ser presidente, dejará la política activa. Plantea los comicios como una oportunidad para su restitución como president mientras que Aragonès saldrá debilitado si no consigue amortizar la obra de su gobierno tras romper con Junts. Illa no se juega el primer puesto porque todas las encuestas le auguran la victoria, pero puede ver su liderazgo mermado si en esta segunda ocasión vuelve a quedarse a las puertas de la Generalitat porque la falta de aliados le impide gobernar.
La vicepresidenta de la Generalitat, Laura Vilagrà (d) acompañó en Sestao (Vizcaya) al candidato por Gipuzkoa de EH Bildu, Arkaitz Rodríguez. / EFE
Por el contrario, el nuevo ciclo en Euskadi se visibiliza con el cambio radical de candidatos. El saliente lehendakari, Iñigo Urkullu, confiaba en volver a presentarse e intentó resistirse, pero la bicefalia histórica en el PNV se impuso y Andoni Ortuzar, jefe de los jeltzales, apostó por Imanol Pradales. Él es la versión rejuvenecida de Urkullu, un hombre preparado, con experiencia de gestión en Vizcaya, en la cuarentena y con proyección de futuro que transmite la misma templanza que su predecesor.
El PNV vio la renovación como hito imprescindible para batirse con la nueva era de Bildu, que ya demostró en las municipales de 2023 que le pisa los talones, y que con el paso atrás de Arnaldo Otegi buscaba un giro en su proyección. Pello Otxandiano es una cara desconocida para los vascos, un ingeniero alejado de la imagen que tenían hasta ahora los rostros visibles de la izquierda abertzale, pero lleva tiempo trabajando como ideólogo de la coalición y marcando desde la retaguardia el rumbo de las siglas.
El PSE también cambia de candidato, aunque Eneko Andueza ha tenido más tiempo para darse a conocer como portavoz del grupo socialista en el parlamento vasco y como secretario general desde 2021.
El PP optó por Javier de Andrés en sustitución de Carlos Iturgaiz a comienzos de año, un hombre de larga trayectoria en el partido que viene de haber sido diputado general de Álava y, por tanto, más conocido entre la población. Vox (Amaia Martínez) y Elkarrekin Podemos (Miren Gorrotxategi) son los únicos que repiten y la candidata de Sumar, Alba García, es la más joven y desconocida.
2. De la unilateralidad al pragmatismo
La gestión y la mejora del autogobierno escalan al primer puesto tras años de convulsión política en ambas comunidades. El ‘procés’ sigue ocupando buena parte de la política catalana mientras que en Euskadi la cuestión identitaria ha quedado fuera del debate público por expreso deseo de Bildu. Su apuesta por resucitar la discusión sobre un nuevo estatus político para el País Vasco en la próxima legislatura, algo que lleva años metido en un cajón, es lo más cercano que se plantea al intento de marcar distancias con el resto del Estado.
El pragmatismo se ha apoderado de Bildu, son conscientes de que tienen que ir de la mano del PNV y crear un frente común para cualquier asunto que suponga acercarse al derecho de autodeterminación. De todas formas, el afán independentista está en sus horas más bajas desde 2015, con apenas un 23% en favor de la independencia según el Sociómetro del Gobierno vasco o incluso un 13%, según el Deustobarómetro. Paradójicamente, la previsión es que los nacionalistas tengan más diputados que nunca en el hemiciclo.
Los candidatos Pere Aragonès (ERC) y Salvador Illa (PSC) en el Palau de la Generalitat. / EFE
En Catalunya se constata también un descenso en el apoyo a la independencia: los contrarios a la desconexión se sitúan en el 51%, mientras que los partidarios de la secesión se quedan en un 42%, según los datos del Centre d’Estudis d’Opinió (CEO) de marzo.
El levantamiento del veto a los socialistas y la ruptura entre ERC y Juntsen el Govern ha propiciado la disolución de los bloques que se cimentaron en 2017 y ahora nadie descarta acuerdos que crucen bancadas. Todo dependerá del resultado, pero, tras dar por descontada la victoria del PSC, todas las miradas se centran en si Junts adelantará a ERC, si los independentistas retienen la mayoría y si son capaces de resolver su crisis y gobernar juntos o si, en cambio, ERC o Junts se decantan por ungir a Illa con el apoyo de los Comuns.
Al igual que Bildu pilotó ERC su giró al pragmatismo, a cuya vía se suma ahora Junts pactando con Sánchez. Tras constatar los estragos de la vía unilateral, proponen un referéndum acogiéndose al artículo 92 de la Constitución, pero incluso con más fuerza irrumpe en esta campaña la financiación singular. Los republicanos plantean acordar un cupo como el vasco para Catalunya que, a diferencia de Euskadi, sí aportaría una cuota de "solidaridad" a las arcas estatales.
3. La amnistía y las acusaciones de terrorismo
La memoria forma parte de ambas campañas, pero en dimensiones casi opuestas. En Euskadi por su ausencia. Los partidos, igual que la sociedad vasca, han pasado página de la época de violencia, aunque eso no evita que PP y PSE sigan reclamando a Bildu que reconozca el daño causado y pida perdón. A esto se agarra el candidato socialista para rechazar una y otra vez un posible acuerdo con Bildu. Pero el terrorismo es apenas un apunte, puntual, de la campaña, que solo se amplifica cuando la mencionan dirigentes externos a la política vasca. La ley de amnistía es algo que directamente no se menciona ni en los debates televisivos.
En Catalunya, ERC y Junts compiten por abanderar su paternidad. Los efectos de la medida de gracia se vaticinan claves para el futuro político de los líderes del 1-O, incluso condicionando la gobernabilidad, pero mientras Puigdemont reivindica que regresará gracias a la medida de gracia, más de la mitad de los imputados por terrorismo en la causa de Tsunami Democràtic han fijado su residencia fuera de España por miedo a ser encarcelados antes de que los jueces apliquen la ley una vez esté aprobada de forma definitiva.
4. El catalán entra en campaña, el euskera no
Las lenguas propias han sido durante mucho tiempo un elemento de disputa en las contiendas electorales. En esta, sin embargo, ha quedado relativamente aparcada en el País Vasco. Todos los candidatos hablan perfecto euskera salvo el candidato del PP, pero a diferencia de lo que ocurría antaño, su hasta ahora número dos puede sustituirle con solvencia en los debates en este idioma. Es una muestra del avance del conocimiento del euskera en los últimos años. Normalizado en la calle, sí provoca, en cambio, discrepancias por su nivel de exigencia en el ámbito de la administración y por ahí sigue colándose, pero sin mucho ruido, en la campaña.
Por el contrario, la lengua catalana, debido a los datos de los últimos años que confirman un descenso en el uso especialmente entre los jóvenes catalanes y en la ciudad de Barcelona, sí ha entrado en la riña política e incluso Aragonès ha prometido una conselleria específica si vuelve a ser president. En los actos preelectorales también se juega con el uso de la lengua: los soberanistas hablan íntegramente en catalán, mientras que el resto altera su uso con el castellano.
5. El impacto sobre el Gobierno de Sánchez
Los catorce votos de ERC y Junts en el Congreso son indispensables para la continuidad del Gobierno. Tanto como el apoyo del PNV y EH Bildu. Los socialistas saben que serán claves para la gobernabilidad en las dos autonomías y que la elección de uno u otro aliado soberanista puede poner en jaque a Sánchez. En el caso catalán, siempre que no haya una suma independentista que lo evite.
La presión es tanta que Puigdemont ya ha advertido al PSOE de que el PSC debe facilitar su investidura si gana y carece de apoyos. ERC mantiene la prudencia, consciente de que Illa ha ayudado a la continuidad de su Govern en minoría, pese a las críticas.
El candidato del PSE, Eneko Andueza (i), y el del PNV, Imanol Pradales (d), podrían convertirse en socios de Gobierno tras el 21A. / EFE
El impacto del resultado del País Vasco en el Congreso se atisba más borroso, pero menos catastrófico. Los de Otegi siguen con su “paciencia estratégica” y eso implica hacer cualquier cosa que les permita presentarse como dique de contención de la derecha en Euskadi y en Madrid, pero pueden jugar con la estabilidad del gobierno foral navarro y presionarán para seguir ganando puntos entre los suyos como el otro partido vasco útil.
No está tan claro, en cambio, cuál puede ser la actitud del PNV si los números o el PSE le fallan. No pueden echarse en manos de Feijóo mientras Vox sea imprescindible, pero eso puede cambiar si Sánchez sale debilitado de las catalanas y europeas. Entonces su apoyo será cada vez más caro para demostrar, frente al eventual 'sorpasso' de Bildu, que siguen siendo el partido que más beneficios logra para Euskadi.
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