Su pierna derecha era seis centímetros más corta que la izquierda, tenía la columna vertical torcida y los pies girados ochenta grados hacia adentro. Además fumaba y bebía alcohol con desmesura. Con esta carta de presentación nadie imaginaria que estamos hablando de uno de los grandes futbolistas de la historia y el reconocido, todavía hoy, como el mejor regateador del mundo.
Pero así es. Pese a sus malformaciones, Manuel Francisco dos Santos, conocido como Garrincha, todavía sigue en los corazones y las mentes de los brasileños por el fútbol alegre y mágico que les brindó jugando con la selección, con la que se proclamaría bicampeón después de ganar los Mundiales de 1958, en Suecia, y 1962, en Chile. En este último, además, fue proclamado mejor jugador del campeonato porque fue capaz de liderar a Brasil hacia el título después que Pelé, la gran estrella, se lesionara en el segundo partido. Garrincha marcó cuatro goles en seis partidos y fue clave en la final contra Checoslovaquia (3-1). Una final, por cierto, que estuvo a punto de no jugar porque fue expulsado en el duelo de semifinales ante el anfitrión, Chile. Sin Pelé y Garrincha quién sabe si Brasil hubiera ganado pero el entonces primer ministro de Brasil, Tancredo Neves, intercedió ante el presidente de la FIFA, Stanley Rous, para que se le concediera un perdón. Y así fue. También participó en el Mundial de 1966.
La dupla que formó con Pelé era puro espectáculo. De hecho, con ellos dos en el césped, Brasil nunca perdió un partido. Pelé se encargaba de marcar los goles y Garrincha de generarlos.
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Y además, y muy importante, haciendo disfrutar a la ‘torcida’ con sus regates y fintas. Esos quiebros que humillaban a los rivales pero que hacía felices a los brasileños. Precisamente uno de sus motes, “la Alegría del Pueblo’ le vino por esa característica. Por su distrofia física, también le apodaron “el Ángel de las Piernas Torcidas”.