1934. Mussolini reunido con el presidente de la Federación Italiana de Fútbol, Giorgio Vaccaro.
- No sé como lo hará, pero Italia debe ganar este campeonato.
- Haremos todo lo posible.
- No me ha comprendido bien general. Italia debe ganar este Mundial. Es una orden.
Italia conquistó el campeonato disputado en su país, el segundo de la historia, como había ordenado el dictador. Y lo hizo después de atropellar a España en los cuartos de final. Ambas selecciones empataron a uno después de que el árbitro del partido, el belga Louis Baert, diera como válido el empate de Giovanni Ferrari a pesar de la falta que Schavio cometió sobre Ricardo Zamora.
Al día siguiente se disputó un partido de desempate al que la selección española acudió sin siete titulares por el cansancio acumulado y que se decidió con un solitario tanto de Giuseppe Meazza tras otra falta escandalosa sobre Nogués. Por si fuera poco, el suizo Rene Mercet, árbitro del choque anuló dos goles legales a Regueiro y Quincoces.
El escándalo fue de tal magnitud que la Federación Suiza de Fútbol descalificó a perpetuidad al colegiado. Y tras el Mundial la FIFA le expulsó, tanto a él como al belga Baert.
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