Era un partido para toda una vida. La última bala en la recámara. Y salió bien para el bueno de Leo Messi, que después de una carrera de éxitos a nivel de clubes solo tenía una cuenta pendiente con el fútbol. Su trofeo maldito, la Copa del Mundo. No ha sido hasta su quinto Mundial, en Qatar, y con 35 años, cuando le ha llegado el fruto al trabajo de años y años con la selección argentina: la oportunidad de levantar el Trofeo Jules Rimet que corona a su Argentina como Campeona del Mundo.
Con rabia y emoción, después de ser decisivo en el choque anotando no solo el 1-0 sino también el 3-2 -su séptimo gol en el Mundial- y su tiro en la tanda de penaltis. Leo Messi se liberó de años y años de sinsabores con la 'albiceleste'. Por eso fue tan especial el momento en el que levantó la Copa de manos del presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y del emir de Qatar -eso sí, con una curiosa prenda, el 'besht' qatarí- ante la mirada de miles de compatriotas llegados de Argentina y que han llenado las gradas del estadio de Lusail.
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Un momento que ya forma parte de la historia del mundo del fútbol y que no olvidará nadie que haya podido vivir un partido como el de esta tarde.