No han sido pocos los futbolistas que han pasado por el restaurante del chef Salt Bae (aquel de tirar la sal en la carne) en sus horas libres en Qatar. Allí estuvieron antes de los octavos de final varios brasileños como los madridistas Vinicius Jr. y Éder Militao acompañados por Ronaldo, que participa en varios eventos de la FIFA. Optaron por el plato más espectacular, la carne bañada en oro de 24 quilates. Se fotografiaron, hicieron videos y se partieron el pecho.
El almuerzo, que costó unos 2.000 dólares, no hizo ni una pizca de gracia en Brasil. Es más, levantó una ola de indignación porque actualmente hay 62 millones de compatriotas suyos en situación de inseguridad alimentaria, o sea, que no consiguen hacer tres comidas por día. El hambre ha vuelto. Esta es una de las consecuencias más dramáticas del nefasto gobierno genocida del ultraderechista Jair Bolsonaro.
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Por mucho que Ronaldo atacara a los críticos, el llamado ya ‘almuerzo de la ostentación’ se ha convertido, en el gigante sudamericano, en un paradigma de la burbuja de la alienación en la que se han instaurado algunos de los futbolistas actuales, que no tienen ninguna sensibilidad y empatía con la clase social de la cual la mayoría surgió