Hay que decirlo alto y fuerte. El Mundial de Clubes es un bluff, una competición de tercer nivel, un negocio de la FIFA. Solo interesa a los equipos que participan, no tiene ninguna trascendencia mediática.
La final entre el Chelsea y el Palmeiras ha pasado con más pena que gloria. Es hora de reconocer que es un título desprestigiado. Renovarse o morir.