Las concesiones de un pequeño y la pegada de un gigante. Así es este PSG, capaz de lo mejor y de lo peor. De golear a firmar el empate. Es lo que tiene que tus atacantes no bajen a defender, que cuando te encuentran la espalda eres demasiado vulnerable. El PSG acabó empatando por deméritos propios y por méritos de un Girondins liderado por un Ben Arfa estelar. Partido gris de Neymar.
Cayeron dos en la primera mitad como podrían haber caido seis. El Girondins fue el que pegó primero, con gol en propia de Pembélé en un córner. De nada sirvió. Porque el PSG andaba fino. Avisaron Neymar y Mbappé antes de que se abriera la lata y con el 0-1 fue un festival. Cayeron ocasiones a mansalva y en apenas un minuto se dio la vuelta al marcador. Neymar, de penalti y Kean, en un rechace. Luego Mbappé pudo meter el tercero y el cuarto, pero no logró batir a Costil y a la madera. Solo Zerkane creó peligro en el Girondins.
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En la reanudación, todo parecía pronosticar la goleada. Mbappé volvió a tener una ocasión clara, pero se gustó en exceso. Aguantó vivo el cuadro de Burdeos y lo aprovechó para buscarle las cosquillas al PSG. Carrusel de cambios. De Preville, Adli y Oudin a escena y el Girondins que tuvo el duelo en su mano. El canterano parisino empató y luego Oudin y De Preville tuvieron ocasiones para matar. Todos liderados por un Ben Arfa estratosférico. No concretaron y le tocó contestar al PSG, que se fue a por el triunfo. Con poco éxito. Porque fue el Girondins el que, en un mano a mano de De Preville, pudo dar la campanada.