Granada y Celta se quedaron en la intención. El empate a cero no es engañoso. Andaluces y gallegos se retaron en el centro del campo, formaron un embudo monumental y obviaron las áreas. Complicado desequilibrar así. El punto, como reza el tópico, no satisface a ninguno de los dos. Tedio de los grandes.
La batalla táctica entre Diego Martínez y Eduardo Coudet derivó en una primera mitad académica, aséptica, extraordinariamente soporífera. Nazaríes y olívicos contrarrestaron sus virtudes y anestesiaron el ritmo, resultando en un partido de digestión pesada. Ni tan siquiera la presencia de Iago Aspas desfibriló a un Celta que le ha echado muchísmo de menos en las últimas jornadas.
Poca aportación de los ataques y menos presencia de los porteros, que apenas alteraron su pulso. Foulquier y Fran Beltrán fueron los únicos en disparar entre los tres palos. Rui Silva y Rubén Blanco respondieron como se esperaba.
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Kenedy puso la voluntad y la insistencia ante la parsimonia imperante. El brasileño tiene un rifle en su zurda y amenazó en un libre directo al portero de Mos. De hecho, Blanco emergió para cerrar su parcela, ya que antes se había marcado una 'palomita' en toda regla para frustrar a Darwin Machís. En el bando celeste, una acción de Nolito negada por Domingos Duarte cuando el sanluqueño paladeaba el 0-1 y una arrancada individual de Aspas mal definida.