Había pocas dudas acerca de lo bueno que es Gabri Veiga, a quien en Balaídos han bautizado como Gabri Potter, pero ante el Valladolid el jovencísimo centrocampista gallego terminó de consagrarse con un partidazo adornado con doblete -suma ya ocho goles esta temporada- y asistencia que alejan al Celta de la zona de descenso y meten a los pucelanos en problemas.
El veinteañero hizo un poco de todo en Balaídos y todo bien. La verdad es que tiene una facilidad pasmosa para jugar al fútbol. Regaló el primer gol celeste a Seferovic con una deliciosa peinada de cabeza y después sentenció al Valladolid sacando a pasear desde fuera del área el látigo que tiene en su pierna derecha. Lo hizo, además, apareciendo de la nada, como en el tercer tanto del Celta, su segundo. Siempre está donde se debe estar y esa cualidad es oro puro.
A sus 20 años, Veiga es una de esos futbolistas indetectables que los rivales no saben por dónde les va a salir. Y a la hora del trabajo tampoco se achica. Aunque lo que verdaderamente le gusta es descolgarse entre líneas. La grada se volvió loca cuando fue hacia allí para celebrar su primer tanto besándose el escudo.
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Sobre el encuentro, poco que reseñar. Salvo que pudo cambiar cuando el colegiado, a instancias del VAR, anuló en la segunda parte un gol a Amallah por fuera de juego con 2-0 en el marcador. Fue entonces cuando Gabri Potter sacó su varita del bolsillo para hacer magia negra con el Pucela. Rubricado su doblete, Carvalhal lo sacó del campo para que recibiera el cariño de Balaídos, que ha encontrado digno heredero para Iago Aspas, a pesar de que hablamos de dos jugadores muy distintos, claro.