Eibar y Huesca lo dejaron todo para el final y empataron a uno con dos goles en los últimos compases de partido. Diop igualó el tanto de Sandro y deja la zona baja de la tabla tal y como estaba: más emocionante que nunca. Ni vascos ni altoaragoneses respiran tranquilos.
La necesidad imperiosa de ganar provocó un partido intenso desde el pitido inicial. De hecho, Sergi Enrich y Rafa Mir ya olieron el gol pasados dos minutos. Fue el Eibar (sin Dmitrovic, por problemas familiares, y sin Pedro Bigas, lesionado en el tramo inicial) el que se hizo con el control del partido, algo que ya le iba bien al Huesca, agazapado y organizado en la retaguardia y buscando las cosquillas a la contra. Pero las imprecisiones de ambos imposibilitaban las ocasiones, que llegaban a cuentagotas. Las más claras, del bando armero. Kike García se hizo un lío cuando lo tenía todo para marcar y Pedro León, al filo del descanso, se topó con el travesaño.
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Empezó el segundo tiempo con el mismo guion, aunque poco a poco el conjunto de Pacheta empezó a encontrar su sitio en el verde. Eso sí, las ocasiones brillaban por su ausencia y se vieron 45 minutos más bien aburridos. La falta de riesgo y calidad en zona de finalización arriba evitaban que se viera nada destacado. Pero como si se hubiesen puesto de acuerdo, en un abrir y cerrar de ojos llegaron dos goles. Sandro culminó una buena jugada desde banda izquierda y Diop, acto seguido, cabeceó un córner botado por Aleix García para igualar la contienda. Lágrimas en los ojos del senegalés por el reciente fallecimiento de su padre. El fútbol también es esto. La cosa pudo ir a más, pues Álvaro Fernández sacó una mano milagrosa para evitar la remontada armera. Lo que no pasó en todo el partido, apareció en el epílogo.